Siempre he admirado la capacidad de poner al mal tiempo buena cara. Pero no considero una cualidad inferior la de saber apreciar la buena estrella. Mi máxima aspiración vital es parecerme a ese protagonista anónimo del poema de Borges: «un hombre que ha aprendido a agradecer las modestas limosnas de los días: el sueño, la rutina y el sabor del agua». Esos presentes cotidianos son en verdad lujos excepcionales. Chesterton, que es el autor que más luminosamente ha escrito sobre el asombro, se alegraba de que la nieve fuera blanca «por el motivo muy razonable de que podría haber sido negra». El asombro lleva a la felicidad por la misma autopista que conduce a la gratitud. También nos advertía el...
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