Cuando aplicamos champú sobre nuestro cabello mojado y lo frotamos estamos asistiendo a un espectáculo molecular fascinante. La espuma que se forma no es más que una multitud de burbujas de aire atrapadas en una matriz líquida. Pero, ¿qué hace que estas burbujas se formen y se mantengan estables? Los grandes responsables de la formación de la espuma son los tensioactivos. Se trata de unos compuestos químicos dotados de una región molecular que es atraída por el agua (hidrófila) y de otra parte que es repelida por ella, pero atraída por las grasas y aceites (lipófila). La tendencia natural del agua es formar gotas esféricas debido a la tensión superficial, mientras que la tendencia natural de los tensioactivos es reducir esa tensión, facilitando que el agua se extienda y se mezcle con las grasas y aceites presentes en nuestro cabello y cuero cabelludo. Las partes lipófilas de los tensioactivos se unen a las moléculas de grasa y aceite, formando estructuras esféricas llamadas micelas. La parte hidrófila de los tensioactivos se orienta hacia el exterior de la micela, interactuando con el agua. Al agitar el champú se introduce aire en la mezcla. Las micelas, al ser más ligeras que el agua, tienden a ascender a la superficie, atrapando aire en su camino y formando burbujas. Por otra parte, las moléculas del tensioactivo se adhieren a la superficie de las burbujas formando una película que evita que se rompan rápidamente. La espuma que se produce al usar champú cumple tres funciones principales. Aumenta la superficie de contacto, facilita la distribución del champú y crea una sensación de limpieza. Al formar espuma, aumentamos la superficie de contacto entre el champú y el cabello, lo que facilita la eliminación de la suciedad, el sebo y otros residuos. La espuma ayuda a distribuir el champú de manera uniforme por todo el cabello, garantizando una limpieza más efectiva. Además, la sensación que nos provoca la espuma cuando nos lavamos el cabello está asociada con la limpieza y la frescura, lo que nos proporciona una experiencia sensorial agradable. Según su carga eléctrica los tensioactivos se clasifican en aniónicos, catiónicos, no iónicos y anfóteros. Los más comunes son los aniónicos, al tiempo que son los más eficaces para eliminar la grasa y la suciedad. Estos compuestos químicos tienen una carga eléctrica negativa y son muy buenos generando espuma. Algunos ejemplos son el lauril sulfato de sodio (SLS) y el lauril éter sulfato de sodio (SLES). Lo catiónicos tienen una carga eléctrica positiva y se utilizan principalmente como acondicionadores, ya que se adhieren a la superficie del cabello, dejándolo suave y fácil de peinar. Su principal hándicap es que no son muy buenos generando espuma. Los tensioactivos no iónicos son aquellos que no tienen carga eléctrica y se utilizan a menudo en champús para bebés y cabellos sensibles. Algunos ejemplos son el coco-glucósido y el lauril glucoside. Por último, están los anfóteros que pueden tener una carga positiva o negativa, dependiendo del pH del producto. Son muy suaves y se utilizan en champús para todo tipo de cabello. Un ejemplo de esta familia es la cocamidopropil betaína. Así que ya sabe, la próxima vez que tenga que comprar un champú deténgase unos segundos en leer la etiqueta y elija el que mejor se adapte a sus necesidades, puesto que no todos son iguales.