Hasta ahora se sabía poco de Teodomiro, el obispo de Iria Flavia que, según la leyenda, localizó los restos del Apóstol Santiago en un cementerio abandonado donde posteriormente se construiría la ciudad, en el siglo IX. Un relato cargado de misterio en el que Teodomiro, tras días de ayuno y meditación, tuvo la revelación que marcaría los inicios del Camino de Santiago , ya que el Rey de Asturias, Alfonso II, acudió al lugar desde Oviedo creando la primera ruta de peregrinaje -el actual Camino Primitivo-. Más de un milenio después de la muerte de Teodomiro, parte del misterio comienza a disiparse gracias a una investigación de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU) liderada por Patxi Pérez Ramallo . Combinando técnicas de análisis y con la colaboración de múltiples universidades, los investigadores consiguieron obtener datos sobre la vida del que parece ser el famoso obispo de Iria Flavia, tras analizar los restos óseos bajo la lápida que lleva su nombre en la necrópolis de la Catedral, en la capital gallega. Aprovechando que la Iglesia quería mover los restos al interior del templo y que Pérez ya había trabajado previamente en la necrópolis durante su tesis doctoral, el investigador tuvo la oportunidad de analizar las muestras óseas. Un proceso que el propio Pérez describe como completar un «rompecabezas», ya que poco a poco iban descubriendo más información sobre los restos a partir de muestras de ADN y pruebas mediante isótopos como el carbono-14 que coincidían con lo que cabría esperar del famoso obispo. Una vez confirmaron que los restos, hallados en 1955 por otro grupo de investigadores en la necrópolis, pertenecían a una única persona: un varón de aproximadamente 45 años y figura grácil, las piezas comenzaron a encajar. Más aun tras confirmar que el individuo vivió en un intervalo situado entre los años 673 y 820 d.C. , lo que concuerda con la fecha de la muerte inscrita en la lápida. Gracias a la anterior investigación, donde se guardaron los restos en una caja metálica que permitió una mejor conservación, las pruebas de ADN fueron un éxito . Consiguieron también refutar la última tesis, defendida por un médico y una bióloga que a partir de la investigación de 1955 concluyeron que los restos pertenecían a una mujer de avanzada edad, enterrada en la lápida a nombre de Teodomiro, lo que abrió de nuevo el debate sobre si este personaje histórico existió realmente o fue fruto de la ficción. «¿Podemos confirmarlo al ciento por ciento? No, lo siento. Pero si sumas todos los factores la probabilidad es muy alta, difícil de desmentir », indica Pérez. Otros de los descubrimientos obtenidos gracias a la combinación de técnicas osteológicas y biomoleculares, mucho más refinadas que las empleadas en 1955, fue conocer detalles como la dieta del que seguramente fue el obispo Teodomiro de Iria Flavia. El análisis genético arrojó que su alimentación combinaba proteína vegetal y animal , además de alimentos procedentes del mar. Una variedad que, combinada con su físico fino y frágil, muestra de que no había realizado trabajos físicos a lo largo de su vida, descartaron la posibilidad de que fuese un campesino. Sin embargo, al comparar con muestras de otros obispos enterrados en la Catedral de Santiago, sigue siendo deficitaria, un factor que podría explicarse, según el líder de la investigación, en que se trata de uno de los primeros en ser enterrados en la necrópolis , en un contexto de subdesarrollo económico -la ciudad no existía- propio del norte de la Península en el siglo IX, o al hecho de que podría tratarse de un monje con una dieta estricta. Además, el estudio del ADN permitió identificar las características étnicas de Teodomiro, que combina una herencia genética de multitud de culturas y civilizaciones, como la romana, visigoda o andalusí. Una divergencia que saltaría a la vista respecto al español o europeo moderno. «Por primera vez hemos obtenido información genética de la élite social de aquel momento », destaca Pérez. Un hecho que podría arrojar luz sobre la convivencia entre católicos y musulmanes durante la conquista de la Península y la formación de Al-Andalus. «Se pueden apreciar en el ADN de Teodomiro que se produjo un mestizaje con personas del norte de África. Podría tratarse de las élites de Al-Andalus que emigraron al norte de la Península y se mezclaron con las élites visigodas y romanas locales», indica el investigador.