El Papa ha aprobado la publicación por parte de la Pontificia Academia para la Vida (PAV) de una guía titulada «Pequeño léxico del final de la vida» en la que se abre la puerta a suspender en algunos casos la alimentación y la hidratación artificial a enfermos en situación de muerte cerebral. El volumen presentado a principios de julio resume en veintidós epígrafes la posición de la Iglesia católica en las cuestiones más delicadas del campo de la bioética y arroja luz sobre uno de los problemas más complejos: la muerte de enfermos terminales. El Vaticano se pregunta, por ejemplo, cómo debe considerarse la hidratación y la alimentación artificial en aquellos pacientes que están muriendo o si es ético, en algunos casos concretos, suspenderlas. El texto de la PAV afirma que ante la cuestión de la «alimentación e hidratación artificiales» de un paciente en estado vegetativo, hay que tener en cuenta el «criterio de proporcionalidad del tratamiento». El Vaticano distingue entre la situación clínica de un paciente que presenta un coma cerebral, un trastorno grave de las funciones cerebrales que conlleva peligro de muerte, de otro que presente un estado vegetativo, una situación clínica en la que el enfermo ha sido declarado en muerte cerebral, una situación permanente e irreversible. Así en la guía se especifica que, en este último caso, la alimentación y la hidratación artificial no deben considerarse como «meros procedimientos asistenciales« y se asegura que el médico está obligado a respetar la voluntad del paciente si este «las rechaza con una decisión consciente e informada, expresada también anticipadamente en previsión de la posible pérdida de la capacidad de expresarse y de elegir...«. De este modo, el texto de la PAV recuerda que no es deseable ningún tipo de encarnizamiento terapéutico porque «no es una expresión de la medicina para el beneficio del paciente». Algunos medios italianos se han apresurado a asegurar que estas consideraciones suponen una apertura de la Iglesia católica a la eutanasia o al suicidio asistido. Por ello, el presidente de la PAV, el arzobispo Vincenzo Paglia , ha querido dejar claro que, con este documento, se reitera la «absoluta oposición a cualquier forma de eutanasia y de suicidio asistido». De hecho, ha explicado que la aceptación de la suspensión de la alimentación y la hidratación en algunos casos no supone ninguna novedad. Así ha recordado que en 1957, —tal y como se recoge en el documento— Pío XII válido la suspensión de la ventilación si se daban ciertas condiciones graves. O que, en 2007, la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, después de haber afirmado un presupuesto positivo para su uso, indicaba que la alimentación y la hidratación forzadas pueden ser lícitamente interrumpidas, o no implementadas, cuando implican «una carga excesiva o un malestar físico importante» para el enfermo. En una entrevista con los medios del Vaticano, Paglia ha aclarado las dudas suscitadas y ha reiterado que «acortar la duración de la vida» no es aceptable para la Iglesia. Sin embargo, también ha asegurado que la medicina tampoco debe obstinarse «en querer obstaculizar» el curso natural de la muerte.