Uno de los méritos de Felipe González fue haber renunciado a la deriva autoritaria del marxismo, enemigo por antonomasia de lo que denominaban democracia burguesa . Había que anteponer el socialismo al marxismo, dijo a finales de los años setenta. La vía electoral, no la revolucionaria, era el camino. Por delante asomaban para el PSOE las urnas, el debate parlamentario, la reforma política, la alternancia en el poder. No se iban a tomar el cielo o las instituciones por asalto ni se iba a vanagloriar la violencia revolucionaria. España iba a dejar atrás la tentación caudillista y la pulsión redentora, y finalmente se iba a adaptar a la democracia europea y a la modernidad occidental. Como siempre, lo que ocurría...
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