Llega María Pérez bañada en oro al Trocadero y Álvaro Martín tiene que esperar dos interminables minutos para poder abrazarla. Cuando lo logra, la imagen es perfecta, como la obra que ha compuesto la marcha española en los Juegos de París. Juntos, con la Torre Eiffel de fondo, representan con su abrazo y su felicidad el triunfo de dos atletas enormes que ya lograron la plata ella y el bronce él en la prueba individual el 1 de agosto y que no se cansan de reivindicar una especialidad que pese al maltrato que vive en las grandes competiciones, no deja de ser protagonista. María Pérez (28 años, Orce), es un ejemplo de tenacidad, siempre dispuesta a superar todas las barreras que se le pongan por el camino. La andaluza, nacida en un pueblo de 1.200 habitantes , lleva de la mano de su entrenador Jacinto Garzón desde que comenzó con 11 años a practicar atletismo y se decantó por la marcha. Muy pronto, en 2018, ya demostró su talento ganando el campeonato de Europa y en 2021 se quedó a las puertas del podio olímpico en Tokio al finalizar cuarta, pero cuando estaba en lo más alto, llegaron los problemas. El 20 de agosto de 2022, María Pérez era un mar de dudas. En un mes, había sido descalificada del Mundial de Eugene y del Europeo de Múnich por marcha irregular. Había entrado en un laberinto donde no encontraba la salida. «Empezamos a visitar a muchas personas, para ver qué y cómo podía corregir mi marcha para evitar las descalificaciones». «Estuve a punto de decir adiós a la marcha en diciembre» de 2022, reconoció hace un año. Pero María volvió a lo grande. En agosto de 2023 se convertía en doble campeona del mundo en Budapest al ganar las pruebas de 20 y 35 kilómetros. Estaba de nuevo en la cima, pero el ascensor de su vida deportiva no se detuvo en la planta alta, sino que volvió a descender al sótano. Por forzar para la final de 35, María agravó una lesión que se convirtió en una fractura en el sacro que estuvo a punto de llevarla al quirófano. «Pudimos evitar la operación por un centímetro», de otro modo, no podría haber estado en los Juegos de París . Aun así, estuvo cuatro meses parada, recuperándose, hasta que a principios de año volvió a entrenar. Fueron meses a contrarreloj, pero todavía quedaban nuevos problemas que superar. En mayo, tras competir en La Coruña, sufrió tres virus que todavía complicaron más su preparación. Pero los dos meses anteriores a París pudo entrenar a conciencia en Font Romeu y estar en la lista para regresar por la puerta grande. Cada vez que Álvaro Nartín Uriol (Llerena, 30 años) hace declaraciones, aparece el nombre de su pueblo. El marchador lleva a Llerena (Badajoz) en su corazón y esta medalla de oro le servirá seguro para tener un nuevo reconocimiento de su localidad, donde espera estar pronto porque el día 17 tiene una cita en Almendralejo para ver un concierto de Extremoduro. Será su regreso a casa. «No voy por allí desde navidades», admitía tras ser tercero en los 20 kilómetros marcha, pero la suya es una disciplina de máxima exigencia que asume con naturalidad. «Nadie nos obliga a llevar esta vida monacal». El de Badajoz es un enamorado de la marcha, defensor de su especialidad y todo un referente para sus compañeros por sus declaraciones y reflexiones, como las que realizó ayer tras el oro en defensa de su disciplina deportiva. Graduado en Ciencias Políticas y estudiante de Derecho , Martín es de los que dice lo que piensa y se ha convertido en el abanderado del atletismo español a la hora de exponer las preocupaciones ante el presidente de la Federación Española, Raúl Chapado. Muchos le ven como un futuro presidente de la RFEA, pero de momento se encarga de cosechar títulos como el de ayer. Habrá que dar gracias a aquella lesión que sufrió con 13 años, cuando el pequeño Martín había empezado su carrera como fondista. Un problema en la rodilla le hizo decantarse por la marcha, y con el apoyo de su entrenador en el Club Atlético Almendralejo, Juan Méndez Espejo, comenzó a practicar una especialidad donde empezó a obtener resultados. Después llegó el momento de apostar, de dejar su pueblo y su pista de «El Campo de Fútbol de las Tierras Amarillas», que hoy en día lleva su nombre, para trasladarse a Madrid. Tenía 16 años y compaginó sus estudios con la marcha en el Centro de Alto Rendimiento de la capital. Desde entonces, no ha parado de crecer hasta convertirse en un referente de la especialidad. La labor de José Antonio Carrillo, el artesano de Cieza, ha sido definitiva.