Seis de la tarde. La calle Vicente Caballero , en el distrito de Retiro, se muestra mansa, serena. Desértica, casi. De pronto, una pareja abandona el número 14. Ella, vestido y tacones. Él, algo desorientado. «¡Las seis y media!», expresa sin quitar ojo al reloj. Salen de Encuentros VIP , uno de los club swinger veteranos de la capital, con más de 30 años. Un pequeño foco alumbra su letrero de entrada. En su interior, habitaciones oscuras, luces de néon. Dentro, el ambiente es tranquilo. Tan sólo un par de personas, clientes habituales del local, y una joven camarera. «Hasta las diez de la noche no comienza a llenarse» , indica un asiduo en conversación con este periódico. El hombre, que pide preservar su identidad, cuenta que los viernes y sábados –siendo el horario del club de lunes a domingo , y de cuatro de la tarde a cinco de la mañana– se prohíbe la entrada a aquellas personas que asisten sin pareja. Y que de domingo a jueves la entrada es de libre acceso: 15 euros, y consumición gratis para ellas. Puede ser esta la razón por la que entre semana el ruido se hace «aún más insoportable». A altas horas de la madrugada, la jarana parece instalarse frente al bar, arruinando el sueño de sus residentes. « El sitio ha derivado en discoteca. Los peores días suelen ser los domingos, lunes y martes. Entre las dos y las tres de la mañana. O más tarde, cuando el gentío comienza a ser echado del lugar», señala con hartazgo Manuel , un vecino desvelado por los ruidos en el exterior del local liberal. Cuenta que en lo que va de agosto se ha visto obligado a llamar dos veces a la Policía Municipal para denunciar la situación. La última llamada, hace dos noches. «Un grupo de siete u ocho, todos extranjeros, tocando borrachos las palmas. El más joven tendría 40 años. Los agentes no aparecieron hasta después de 30 minutos, cuando ya se habían ido». Manuel muestra a este diario varios vídeos y fotografías que él mismo ha realizado algunas noches con su teléfono móvil: ambulancias, coches de Policía, personas ebrias desplomadas en el asfalto y otras siendo arrestadas semidesnudas. Una vecina de la zona afirma que ya han presentado quejas al Ayuntamiento de Madrid. Sin embargo, desde el área de Seguridad y Emergencias aseguran que «desde hace tiempo no tienen constancia de que haya habido quejas o denuncias en dicho local». Pero el teléfono de Manuel muestra lo contrario: una llamada el 12 de julio a las 4.09 horas y otra hace dos madrugadas, a las cinco de la mañana. Ambas al 092, Policía Municipal. Además, diversas fotografías, fechadas a 8 de julio, expone a agentes de la Policía Nacional e incluso Policía Municipal. « Te aseguro que he visto policía allí varias veces en el último año. También en invierno», comenta. «¡Esto siempre ha sido un problema!», señala un paseante con pesadumbre. Otro vecino del mismo edificio sostiene que, más que agresiones físicas, lo que suele haber son discusiones, peleas verbales. « La principal queja que tenemos son los ruidos. La gente que se arremolina a la salida del local a horas intempestivas. Lo que hace que, en muchas ocasiones, se originen grescas entre los clientes o entre estos y los propios vecinos, tanto de este edificio como de los bloques aledaños. Esta es la queja recurrente», expresa. Con él coincide Manuel, que afirma que « varias veces es la clientela quien increpa a los vecinos , que sólo piden descansar»: «No hay que olvidar que al día siguiente se trabaja. Deben respetar el descanso de los residentes». Cuentan, además, que en verano este problema se acrecienta, puesto que conciliar el sueño con las ventanas cerradas no es una opción. En cuanto al perfil de personas que conforman la caterva del club, indican que «hay de todo», aunque opinan que los que más ruido suelen hacer son los más jóvenes. Y la solución, expresan, podría estar en colocar un portero que velase por la tranquilidad de todos los vecinos: «Aunque por mí, que lo cierren» . Otro vecino afirma que «la solución, al fin y al cabo, es sentido común. Ni más ni menos». Lo que está claro es que el pequeño cartel, medio roto, y que se encuentra a mano izquierda del local, que pide respetar el descanso de los vecinos , no es suficiente. El asiduo al bar nos revela que sí existe un portero en el interior del establecimiento, que parece descuidar lo que pasa de puertas para afuera. Son las ocho de la tarde. Y la arteria que alberga el veterano local de intercambio de parejas sigue igual de tranquila. Agosto hace sus estragos. A ver esta madrugada.