El rodríguez se acuna con el sueño químico como ya hiciera Ruano en su chalecito de Torrelodones, el aire acondicionado le hace chiribitas, y la casa se le ha quedado sola, vacía. 15 largos días que se ha impuesto como penitencia. Preparó el equipaje de su esposa con el deleite, ya, de pareja bien avenida, también con algo de pesar en el fondo. Se dijeron adiós, y vio el coche perderse por el desierto de Madrid. Bajó a por tabaco, y la ciudad, la ciudad entera, era un relicario de ausencias . Le sorprendió el estanco de vacaciones, las más recónditas calles con los carteles de adioses. Sabe el rodríguez que agosto no es vida en Madrid. Que el no...
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