Al acabar la semifinal, Alberto Ginés se paseaba por el rocódromo de Le Bourget comiendo un bocadillo. Alzaba la vista hacia el público. Buscaba a unos amigos que habían venido a verlo. El campeón olímpico de escalada deportiva parecía un chaval que hubiera venido de excursión con el instituto. Y, sin embargo, acababa de subir más que nadie por una pared convexa, llena de obstáculos y saledizos, levantando con cada paso ovaciones de admiración entre el público. «Me he visto muy bien con la cuerda», decía. Y tanto: la prueba de bloques de París 2024 le había dejado un regusto amargo y la necesidad de remontar para meterse en la final. Al comenzar la mañana ocupaba la decimocuarta plaza y debía meterse entre los ocho primeros. En la escalada de dificultad no hay segundos intentos . Los escaladores disponen de seis minutos para contemplar la pared y diseñar sus estrategias y otros seis para atarse las cuerdas y subir a lo más alto. Alberto empezó a trepar con agilidad y determinación. El locutor lo presentaba como «vigente campeón olímpico» y «especialista en dificultad» y el extremeño le dio la razón. A medida que iba superando fases, estallaban los aplausos y los murmullos de asombro. Acabó el ejercicio con 72 puntos. Nadie subió más alto en toda la mañana . Aunque en Los Ángeles es muy posible que las tres disciplinas de la escalada deportiva repartan medallas por separado, en París se ha decidido combinar el bloque y la dificultad. A Alberto Ginés el bloque se le atraganta, pero cuando la rampa se vuelve empinada y áspera demuestra sus cualidades de escalador puro, ágil e inteligente. A la final pasa con la cuarta mejor puntuación. Quienes le anteceden (el japonés Anraku, el británico Toby Roberts y el checho Ondra) lo hicieron mejor con el bloque, pero no pudieron con el español en la dificultad. Quizá el más completo de todos fue el japonés Sorato Anraku, que demostró un envidiable dominio de ambas modalidades. Es ahora el máximo candidato a la medalla de oro, pero las finales de escalada, como se demostró en Tokio, son impredecibles. «Ahora se trata de descansar para la final y de soñar», resuelve Alberto. «Bueno...-ríe-, con el bloque igual tengo pesadillas». El 9 de agosto, este cacereño de 21 años, tranquilo e introvertido , amante de Extremoduro, tendrá la posibilidad de atrapar su segunda medalla olímpica. Para ello deberá firmar una actuación aseada en el bloque y refrendarla con un nueva exhibición en la dificultad. La jornada en el rocódromo de Le Bourget se completó con la participación de la hispanovenezolana Leslie Romero en la escalada de velocidad . Por la pared de 15 metros suben a toda pastilla dos contendientes, apoyándose en los agarres que encuentran en el muro. A Leslie le tocó abrir los cuartos de final contra la gran favorita y a la postre campeona olímpica, la polaca Mirsolaw, que se había permitido el abuso de romper el récord del mundo en la fase de clasificación. Aunque la escalada de velocidad siempre deja lugar a las sorpresas -hay resbalones, caídas-, en este caso se impuso el ranking y Mirsolaw se clasificó para la semifinales. Al acabar su participación en los Juegos, Leslie, que marcó 7.06, segundos, sonreía, abrazaba a su rival y saludaba al público. Como el seleccionador nacional, David Maciá, puntualizaba hace unos días, el hito era que se hubiera clasificado para París una española en esta disciplina febril, dominada por asiáticas y polacas. Leslie no solo lo hizo, sino que consiguió meterse entre las siete primeras . Finalmente, Polonia ganó el oro y el bronce y la china Deng se colgó la plata.