No me refiero al excelente restaurante de El Bierzo, ni a la preciosa Cartuja de Burgos, sino a los palacios residencia de los presidentes de España y Venezuela. Dos lugares que ejercen una curiosa y perniciosa atracción que les hace perder el sentido de la realidad y piensan que su posición es permanente y no interina. Los que llegan a esos palacios deben saber que su estancia es limitada y que están allí para conseguir mejorar la vida de todos los ciudadanos, les hayan votado o no, compartan su ideología o no, muestren adhesión a sus proyectos políticos o no. Pero tanto La Moncloa como Miraflores se han convertido en centros para desarrollar una actividad política que tiene un nombre:...
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