Vivimos tiempos de mega conciertos, esos espectáculos titánicos dirigidos y guionizados para que el público no pueda apartar los ojos del escenario. Ni los reales ni los virtuales. Como las redes sociales, su contenido se diseña con el objetivo de robarle toda la atención al espectador. Para que no le dé tiempo a pensar. Si encima éste se ha dedicado a grabar con el móvil, termina el concierto y casi ni se ha enterado de lo que ha vivido arrollado por un cúmulo de virguerías pirotécnológicas, coreografías y escenarios hipnóticos . Amnesia postconcierto lo llaman. Para que miles de personas, 50.000 o 60.000, vivan a la vez, en un par de horas, una experiencia irrepetible, que justifique lo pagado, hay...
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