Llevado de la manita por Pedro Luis de Gálvez, hace años que sigo los pasos literarios de su resurrector, Juan Manuel de Prada. Siempre aprendo algo. Y siempre me admiran su pluma, su obstinación en resistirse al dogma, ubicuo e inflexible, de la corrección política, y su obsesión por no renunciar al envés en favor del haz. Así como la vida de muchos exiliados españoles (empezando por el ilustre Marañón y siguiendo por Picasso, el maltratador) en la Francia ocupada puso en evidencia la fragilidad de las ideologías y la elasticidad de los principios, también entre nosotros hay en las que quedan expuestos el descaro y la inverecundia de cuantos se refugian en la política como quien se arrima al...
Ver Más