De ella depende que Salvador Illa sea investido presidente de la Generalitat de Cataluña, si la presumible irrupción de Carles Puigdemont no pone más impedimentos. El 6 de julio cumplió 26 años, vive con sus padres y es amante de la danza contemporánea, afición practicada durante 15 años y que abandonó por sus obligaciones políticas, aunque afirma tener «el propósito de volver a bailar». Pese a su juventud, Mar Besses tiene una larga trayectoria en la política municipal de su Sant Joan Despí (Barcelona) natal, ciudad en la que es concejal por ERC desde las elecciones locales de 2019. También fue consejera de Juventud del Consejo Comarcal del Bajo Llobregat en representación de Jovent Republicà, las juventudes de ERC y organización de la que es secretaria de política municipal. Pero el primer contacto que tuvo con la política fue a los 16 años, cuando organizó un grupo de jóvenes en su municipio para «movilizarnos y participar en la consulta» independentista del 9N en 2014. Es graduada en Ciencias Políticas y Gestión Pública por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y postgrado en Derecho Internacional Humanitario y Justicia Penal Internacional por la UOC, también ha cursado un máster en Políticas Públicas, Derechos Sociales y Políticas de Igualdad en la Universidad de Barcelona. Los trabajos que la ahora diputada de ERC ha realizado, además de concejal en la oposición en Sant Joan Despí, se han limitado a la consultoría para el sector público, «elaborando proyectos estratégicos para las administraciones públicas». En una entrevista publicada en el 'Anuari 2024 Next Llobregat', realizada antes de que se conociera que su voto en la investidura de Illa es determinante, proclama pertenecer a una generación que «hemos crecido rodeados de crisis y por eso somos inconformistas y movilizados». En ese sentido, cree que «es urgente repensar es el sistema hipercapitalista y avanzar hacia un modelo más sostenible y equitativo donde los valores sociales sean los que imperen». Sobre la lengua, considera que «es nuestra manera particular de ver el mundo» y que la globalización es una amenaza para la diversidad lingüística y cultural del planeta «y es por eso que es necesario proteger la diversidad y lo que nos hace únicos como pueblo». Confiesa hacer política «nadando contra la corriente, contra la lógica de los mercados, contra la lógica del patriarcado, contra la lógica de un Estado español centralizado y clientelar, y para conseguir mejorar la vida de la gente». Sobre la Constitución de 1978, se pregunta «que si nunca nosotros (los jóvenes) la hemos podido votar no nos sirve y por eso hemos de hacer una nueva donde se reconozca el derecho a decidir de las diferentes naciones que conforman el Estado español». Es decir, que permita la independencia. Respecto a la calificación de «inexperta» que suele atribuirse a la juventud que ella representa en ERC, Besses asegura que «tenemos nuevas perspectivas, ideas innovadoras y una adaptabilidad inherente a las nuevas tecnologías y cambios sociales que pueden ser valiosas en el contexto actual y que suplen la falta de experiencia en ciertos ámbitos». Para incentivar la participación ciudadana en las administraciones, Besses considera que «los procesos han de ser diseñados pensando en la ciudadanía, no en la institución y, desgraciadamente, tienden a tener un lenguaje técnico que los aleja de la gente». Añade que «a menudo, las formas de participación requieren de registros para proporcionar mucha información mientras que como ciudadanos queremos que eso nos ocupe el mínimo tiempo posible». Como consejera de Juventud en el Consejo Comarcal del Bajo Llobregat, Besses lideró una moción que fue aprobada por todos los grupos del equipo de gobierno del organismo (PSC, En Comú y Junts) para la creación de un servicio de autobús que conecte diferentes localidades de la comarca con la Universidad Autónoma de Barcelona, en Bellaterra, dadas las dificultades para acceder en transporte público al invertir un mínimo de una hora y media. Sin embargo, lamenta que «desgraciadamente parece que esta propuesta que es una reivindicación histórica de los estudiantes del Bajo Llobregat, se ha quedado en un cajón».