Lejos de amainar, la revuelta protagonizada por grupos británicos de derecha radical se saldó este domingo con el asalto y el incendio de un centro de acogida de inmigrantes en Rotherham, ciudad que, como Liverpool y Brighton, sufrió el zarpazo de quienes han aprovechado la confusión provocada por la identidad de un criminal para dar rienda suelta a sus impulsos xenófobos. La sombra del Kremlin, presente en cualquier brote de fractura social y política registrado en el mundo libre, planea sobre la campaña de desinformación que desde la semana pasada ha movilizado a miles de jóvenes británicos, caldo de cultivo de un extremismo que consume bulos para transformarlos en combustible de su ira y en excusa de sus particulares ajustes de cuentas. Nadie está a salvo en una ceremonia global de la confusión que, sin embargo, tiene como público objetivo a aquellos que, empujados por el descontento, se cobijan en la realidad alternativa que fabrican las redes.
