Infelices los que no sueñan. Las noches de implacable calor tienen la cualidad de que dormir resulte más difícil, y el descanso es menos reparador. Como compensación, se sueña más. Ya hace ocho meses que el viejo nos dejó, a finales de mes hubiera cumplido los 77. Pero en mis sueños, papá sigue vivo. Estoy con él, viene a verme a casa o yo voy a la suya. Paseamos por la calle, tomamos una cerveza en la bodega. Se ríe, enseñando los desastrosos dientes de la última etapa, o bien suelta un chascarrillo. Hemos visto juntos al Sevilla de la pretemporada, y se queja con la misma contundencia de la mediocridad de los nuevos fichajes. Cuando despierto, no siento tristeza,...
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