Léon Marchand está elegido por los dioses del deporte, tiene la misión de hacer historia para Francia ganando cuatro oros y el nadador de Toulouse no va a descansar hasta lograrlos. Da igual su puesto permanente en todas las sesiones de La Defense Arena, compitiendo mañana y noche y como ayer, con apenas dos horas de diferencia entre la final de los 200 metros mariposa y los 200 metros braza. Con miles de personas que abarrotan en cada sesión el recinto de Nanterre y se convierten en una sola para impulsar con su aliento a su nadador, Marchand es tan poderoso que es capaz de vencer en su terreno a los dos vigentes campeones olímpicos. Primero batió a Kristof Milak en los 200 metros mariposa y después superó a Zac Stubblety-Cook en los 200 metros braza. Fue una noche histórica en la que Marchand puso por dos veces en pie al pabellón para cantar por partida doble La Marsellesa. Casi nada. Dentro de la enorme complejidad que tiene para un nadador anotarse cuatro oros en unos Juegos, ganar la final de 200 mariposa se presentaba con el gran reto. Pero el hambre y el deseo del 'toulousian' de 22 años pudo con el inmenso talento de un genio disperso como Milak, desaparecido demasiado tiempo antes de una prueba tan importante como unos Juegos. Su victoria fue para poner en las escuelas deportivas bajo el título 'cómo ganar una final que está perdida'. La respuesta del francés, peleando sin rendirse con el apoyo de un país entregado a un chaval introvertido que intentó probar con otros deportes como el rugby o el judo, pero que estaba destinado a ser un gran nadador. Porque Milak, y no hablamos de un cualquiera sino del defensor del trono olímpico en la distancia y el nadador que batió el récord de Phelps. El húngaro salió a por todas, marcando terreno, y durante tres de los cuatro largos pareció tener la final controlada. Lo que no esperaba es lo que sucedió tras el viraje final. Marchand, bajo el agua, se colocó prácticamente a su altura. Y en unos 30 metros finales asombrosos, se comió a Milak. Así de sencillo. Un triunfo por aplastamiento y por el deseo de ganar. Tras la entrega de medallas, Marchand se fue rápido a los vestuarios, para preparar su siguiente compromiso. Tocaba una final a priori más asequible, donde el australiano Zac Stubblety-Cook asumía el rol de principal rival. Tampoco se trataba de un recién llegado. El australiano era el vigente campeón olímpico de la distancia y campeón mundial en 2022, pero para demolerle, Marchand optó por la táctica del 400, salir a mandar desde el primer hasta el último metro, insuperable, colosal. La piscina se volvió a rendir una vez más a este talento forjado en un molde con el sello de la natación. Xavier Marchand, su padre, fue olímpico en 1996 y 2000 y fue subcampeón mundial de 200 estilos. Su madre, Celine Bonnet, también fue nadadora y estuvo en Barcelona'92. Y su tío, Christophe Marchand, participó Seúl'88 y Barcelona'92. Los tres explicaron al joven Léon los sacrificios que debería hacer si se decidía por la piscina, pero finalmente se apuntó y pasó a formar parte de los Delfines de Toulouse. Allí soñaba con ser algún día como su ídolo Michael Phelps, y finalmente se encontró con su entrenador Bob Bowman, cuando Marchand se fue a estudiar a Estados Unidos con 18 años. A partir de ahí, Bowman modeló a una nueva estrella que el pasado año, en el Mundial de Fukuoka, borró el récord del mundo de Phelps de 400 metros estilos. Y ahora, quiere seguir su estela acumulando oros en los Juegos. De momento apunta a cuatro, un registro que le convertirá en el rey de la piscina y en el gran héroe del deporte francés. La jornada estuvo marcada por Marchand, pero tuvo muchos más alicientes y grandes estrellas en el agua. Para empezar, la resurrección de Sarah Sjöström, una leyenda de la natación que se convirtió en campeona olímpica de 100 metros libre ocho años después de hacerlo en Río. La sueca de 31 años tiene cinco medallas olímpicas y 27 en Mundiales. Después llegó Katie Ledecky, que se dio un auténtico paseo en la final de fondo de la piscina, los 1.500 metros, donde la estadounidense no tiene rivales. Después del golpe anímico que supuso perder ante Titmus y McIntosh en los 400, ahora el reto de Ledecky es al menos igualar a la gimnasta Larisa Latynina, que logró nueve oros olímpicos. Desde ayer, Ledecky tiene ocho y además dio un triunfo a una delegación estadounidense muy necesitada de alegrías en la piscina. Para alguien tan acostumbrada a ganar como Ledecky, su gesto de rabia al sumar un nuevo oro descubrió la necesidad que tenía de brillar en la piscina de Nanterre. En la final de 100 metros, el chino Zang se coló en el duelo entre Chalmers y Popovici y su exhibición le valió un nuevo récord del mundo con 46.40 y alguna discrepancia desde la grada, por aquello de la sospecha de dopaje bajo la que compiten los nadadores chinos.