El paso del tiempo aterra, del mismo modo, en lo que vemos delante de nosotros que a nuestro alrededor. Lo que antes era un valle de cien verdes distintos, es ahora una urbanización de treinta casas iguales que hacen del recuerdo una decepción que lamentamos en la memoria. Es lo que tiene crecer a mal. En ese paisaje que nos ha hecho de esta manera, vemos instantes de cuando pensábamos que nada dolía. Nuestro horizonte estaba bañado de una luz distinta, casi inabarcable. También las personas que formaban ese todo, la familia. Ellos eran también eternos, poseedores de un súper poder que les hacía invencibles. Los pequeños son seres muy conservadores. Detestan los cambios. Por eso no terminamos de entender...
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