Cuando todo estaba ya perdido, el célebre cronista inglés y funcionario del Almirantazgo, Samuel Pepys , se embarcó en una balsa y se puso a cubierto en medio del Támesis, el único lugar donde no podían llegar las llamas. Desde allí, siguió observando el dantesco incendio que se había producido en Londres aquella madrugada del 1 de septiembre de 1666 en Londres, y escribió en su diario: « La contemplación de la gran hoguera que cubría una enorme extensión, nimbada por el arco fulgurante del puente de Londres en llamas, sobrecogía el corazón y hacía llorar a nuestros ojos, que estaban irritados por el humo caliente, el polvo de ceniza y las chispas que nos alcanzaban. Iglesias y casas, todo...
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