Tuvo que esperar la afición de Sevilla a su última novillada picada de abono para poder saborear una de las actuaciones más sentidas en lo que va de temporada. Tuvo que ser un toledano de Manzaneque, un pueblo de 400 habitantes , el que destapara ese tarro de las esencias e hiciera rugir a los tendidos maestrantes a base del toreo verdadero, al natural y muy de verdad, sin florituras y con la pureza por delante. Juan José Villa 'Villita', de 23 años, volvió a poner su nombre a funcionar el jueves 20 de junio, saliendo a flote de ese ostracismo y cuajando una de las tardes de su vida con ganado de Albarreal. «Para mí fue una fecha tan esperada como cargada de seriedad. Recuerdo que llegué al patio de caballos y estaba muy emocionado. Ha sido la única vez en mi carrera en la que apenas podía hablar porque rompía a llorar al saber por todo lo que había pasado hasta llegar ahí», afirma en una entrevista con ABC. Una tarde, la de Sevilla, en la que Villita dio una vuelta al ruedo que supo a gloria y que mantiene un poco más vivo el sueño de ser alguien en esto del toro. «Sentí muchísimas cosas y disfruté al máximo, tanto cuando salió el primero como con el segundo novillo. No me dieron, quizás, grandes opciones, pero los intenté meter en la muleta y la gente me vio superarme y supieron tratarme con un respeto que nunca antes había sentido en la plaza. Son sensaciones que uno no cambia por nada», reconoce. Y añade: «A nivel personal es una tarde que me cuajó mucho como torero porque pasé una línea que, para mí, es muy importante, como es olvidarme del cuerpo y sentirme en plenitud con lo que estaba haciendo y sucediendo en las faenas». Si hay alguien que tiene parte de culpa en el triunfo del toledano ese es Manuel Jesús 'El Cid'. Una figura de época y ejemplo de vida que se ha convertido en un segundo padre para Juan José, educándolo tanto en la faceta taurina como en la humana. «Mi relación con el maestro comienza en el campo yendo a tentar. Es una persona que, desde el primer día, me ha tratado con un cariño y respeto enorme. Además, ha sabido entender que soy un chaval que tiene ganas de ser torero y que vivo por y para mi profesión. Me ha ayudado a pecho descubierto y con él he podido vivir experiencias inolvidables», desvela. «He estado acompañándolo todos los días al campo y solamente se te pueden pegar cosas buenas, tanto en lo profesional como en lo personal. Uno siempre trata de fijarse en referentes, y tener al lado a un maestro del calibre de Manuel Jesús te hace aprender muchísimo y crecer como toreo y como persona», insiste. Pese al triunfo en la Real Maestranza, Villita no goza del cartel que querría y se muestra crítico con los despachos, en especial con los de su tierra: «Desgraciadamente, parece que cuando no se cortan las orejas no hay motivos para poner a un novillero, porque que me digan que he estado bien a mi sí me sirve, pero a la hora de los contratos no vale de nada». «La temporada no tiene muchísimas fechas. Ahora, en agosto, tengo dos novilladas en la zona de Toledo que van a salir próximamente y en septiembre tengo otras cinco, a la espera de alguna cosita más», expone con cierto desaire. Villita fue uno de los novilleros toledanos con mayor palmarés y nombre durante su época de sin caballos. Sin embargo, el caché se esfumó nada más dar el salto al escalafón picado en 2019, teniendo que emigrar a Sevilla. «Siendo sincero, echo en falta el apoyo de las plazas y las empresas de la tierra , porque desde que debuté lo he ganado prácticamente todo y he tenido muy buen ambiente. No reclamo tampoco grandes cosas porque somos muchos los novilleros, pero las oportunidades son fundamentales. Es una pena que vayas a otros sitios y te traten mejor que en tu propia casa», lamenta. Y concluye: «El deseo de esta temporada es tratar de que cuando la gente me vea en las plazas se acuerde de mí, se acuerden de lo que he hecho en la cara del toro y me da igual que sea en Madrid o en cualquier plaza de chapa del mundo. Que recuerden mi nombre todos los aficionados que vengan a ver a Villita».
