La inédita decisión municipal de tumbar el recorrido de la procesión de diciembre pone de manifiesto dos realidades; la primera es que la Iglesia ha patinado autorizando alegremente eventos religiosos sin el previo conocimiento municipal, y la segunda es el mal estado de las relaciones entre la Delegación de Fiestas y el Consejo. Lo primero viene de largo. El carácter expansivo de la actual Mitra ha generado una especie de histeria procesional en donde se mezcla lo importante con lo prescindible. Los expedientes de Manzano y Lombo que después aprueba el consejo episcopal no tienen en cuenta si la Ciudad puede dar cobertura a esos eventos. Por eso la crisis del Paseo de Colón debería servir para que exista un antes y un después en la organización y en la racionalización. También la crisis ha servido para poner de manifiesto el mal estado de las relaciones entre Fiestas Mayores y Consejo. Ante unos informes como los que tenía el Ayuntamiento no había más remedio que desautorizar el recorrido de la manera que se planteó, con 25 sillas y de puente a puente. Pero el Consejo ha echado en falta una comunicación previa que el Ayuntamiento también dice no haber tenido. Por tanto ante lo uno y ante lo otro no hay más remedio que echar el balón al suelo, y reconstruir las relaciones. Y está claro que lo mejor de una crisis es el nacimiento de un nuevo tiempo. A ver si aquí nace con más concordia...y sobre todo con más mesura.
