Lo más increíble de los Sanfermines es que son verdad. Podría uno figurárselos con solo contemplar el cartel que anuncia la Feria del Toro. Uno mira la obra de Indalecio Sobrino y tiene escrita media novela de la generación perdida. De entre la pintura se aparece un torilero, viste boina verde con cintas, medias blancas, casaca roja cruzada, en las manos lleva la llave de las puertas del destino. Ajena a lo que se viene, la muerte rasea, liviana, alegre y musical los tendidos de sol, cuajados de charangas, camisas con lamparones de sangría de vino en la pechera y gente que se besa en la boca. Si dijera que ese tipo sonriente que larga los Miuras de la oscuridad...
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