Si se compara con los graves disturbios que atentan contra la imagen de la Copa América, y eso que este año se celebra en Estados Unidos, la Eurocopa es una balsa de aceite en materia de seguridad. Fuentes próximas a la organización consultadas por este medio, aseguran que en Alemania sería impensable una batalla campal como la se produjo entre hinchas colombianos y jugadores uruguayos que subieron hasta la grada tras la semifinal disputada en Charlotte (Carolina del Norte). Según la versión del central charrúa Josema Giménez, uno de los implicados en la trifulca, no había vigilancia policial y estaban en riesgo las familias, con mujeres, niños y hasta bebés, por el comportamiento violento de ultras cafeteros borrachos. Alemania presume de un despliegue policial sin precedentes, en coordinación con todos los países participantes, de disponer de los medios mas modernos y sofisticados, de la experiencia acumulada en grandes acontecimientos deportivos y, por encima de todo, de una mayor educación y concienciación social. De nuevo, salen a relucir las enormes diferencias de todo tipo entre la gran Europa , dominada por las clases medias en general, y la empobrecida Sudamérica, con diferencias abismales entre ricos y pobres. Debido a la complicada situación geopolítica, con la guerra entre Rusia y Ucrania , el conflicto de Gaza y al atentado reivindicado por el Estados Isámico a finales de marzo en Moscú que causó 144 muertos, el dispositivo de seguridad en la Eurocopa es extraordinario. «La seguridad es uno de nuestros grandes retos», dijo desde el minuto uno Phillipp Lahm, capitán de la 'Mannschaft' campeona del mundo en 2014 y hoy al mando de la organización del torneo. Según explicó la ministra alemana del Interior, Nanci Faeser, para la Eurocopa se reestablecieron los controles fronterizos y se desplegaron entre 800 y 1.3000 agentes policiales en cada partido. Además, patrullas comunes de gendarmes franceses y policías federales alemanes vigilan las líneas ferroviarias entre las principales ciudades germanas y París . Expertos de cada país clasificado ayudan a las autoridades alemanas, a Europol y a la UEFA para coordinar la seguridad desde una inmensa sala de conferencias de 500 m², equipada con 129 ordenadores y una gigantesca pantalla de 40 m² en el Centro de Cooperación (IPCC) en Neus, al oeste del país. También tienen mucho que ver las diferencias entre la UEFA y la Conmebol a la hora de actuar contra los brotes violentos. Tras esas bochornosas imágenes que han dado la vuelta al mundo, la Confederación Sudamericana se limitó a emitir un comunicado en el que «condena enérgicamente cualquier acto de violencia», sin especificar lo ocurrido, e invitó a los aficionados a «volcar toda la pasión para alentar a sus selecciones y tener una fiesta inolvidable». En Europa, la UEFA es mucho más dura a la hora de aplicar penas deportivas y económicas. El último ejemplo, los dos partidos de sanción al turco Demiral por festejar el triunfo ante Austria en octavos con un gesto vinculado a los Lobos Grises, organización ultraderechista que atentó contra activistas y movimientos de izquierda en la década de 1970. También actuó contra las diferentes federaciones balcánicas por los brotes ultranacionalistas surgidos en derbis balcánicos con croatas, albaneses, eslovenos y serbios en liza. Los altercados más graves de la Eurocopa han sido fuera de los estadios. Con ocasión del partido de cuartos entre Países Bajos y Turquía en Berlín, la policía informó de 54 detenidos y 64 causas penales abiertas por presuntos delitos de agresión, robos, fraudes y delitos relacionados con drogas. Además, dos agentes resultaron heridos del total de 3.200 desplegados en el partido, considerado de alto riesgo. Dentro de los estadios sí hay que lamentar la aparición de bengalas en numerosos partidos y de espontáneos en busca del selfie con las estrellas. No aparecen por televisión porque la UEFA ordena censurar esas imágenes. De hecho, Álvaro Morata se retiró de la semifinal de Múnich con una ostensible cojera tras ser atropellado por un miembro de la seguridad que perseguía al segundo joven que saltó al césped.