En las grandes ciudades siempre ha sido un problema encontrar una plaza de aparcamiento. Cada vez más los carriles de patinete y bicicleta colonizan un espacio por el que compiten coches y peatones. Por tanto, encontrar un hueco libre es todo un hallazgo en las urbes. Como dar con una gota en medio del desierto después de un largo tour de búsqueda. Eso se traduce muchas veces en intentar aparcar en espacios mínimos que dejan poco margen de maniobra. Muchos conductores optan por aparcar de oído haciendo una operación de cirujano. Aunque lo separen unos pocos centímetros con los otros coches o directamente terminan tocando al vehículo vecino con empujones para encajar en esa plaza mínima. Por tanto, en una ciudad cosmopolita como Nueva York no es de extrañar que se hayan popularizado desde hace años los bumpers. Un accesorio que puede verse de forma habitual en los coches aparcados. No son otra cosa que accesorios que protegen las molduras de los coches, los faros y en general, asegura las partes delanteras y traseras del coche frente a rozaduras. Y su precio puede rondar de 100 a 500 dólares. Están pensados para colocarlos en el momento en que uno aparca, sin embargo hay quienes lo mantienen puestos permanentemente. Incluso de una forma más agresiva, están los que optan por tener bumpers con prolongaciones de hierro que pueden provocar daño a todo coche próximo, pero que también puede resultar peligrosos en caso de atropello . Y más teniendo en cuenta que en 2023, ocurrieron 38.107 choques de coches en los cinco condados de la ciudad de Nueva York. En Europa está prohibido porque dan primacía a una seguridad más completo, de ahí que la legislación europea prohíba también las figuras que te encuentras por ejemplo en el capó de un Rolls Royce. En cambio, la búsqueda de un espacio seguro para tu coche ha permitido que la legislación estadounidense le haya dado cabida a esta clase de herramientas.
