UNO de los grandes placeres del verano es practicar el 'sillón-ball' sin complejos, enclaustrado con el aire acondicionado mientras afuera arde la calle. De hecho, la memoria de las vacaciones estivales está repleta de hitos deportivos. El ataque de Perico en Luz Ardiden, la contrarreloj de Indurain en Luxemburgo, la final ante la USA de Michael Jordan en Los Ángeles, el oro de Fermín Cacho en Barcelona, los catorce Roland Garros de Nadal o la final del Mundial de Sudáfrica, que en casa celebramos en la piscina, llegaron cuando el calendario laboral se pone cuesta abajo y las temperaturas cuesta arriba. En el verano el deporte sabe mejor, quizás porque en el fondo a todos nos produce un placer animal...
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