La selección va directa a la grandeza, extraordinario su repertorio, la actitud, esa fe, el coraje para remontar a un campeón del mundo como Francia , equipo con jugadores superiores fulminados por el ímpetu y sobre todo el fútbol. La ilusión de un país que se vuelve a maravillar con sus jugadores. España disputará el domingo la final de la Eurocopa en una secuencia inimaginable. Seis partidos, seis victorias , Francia en la lona, Mbappé y su gente de vuelta a París. La primera preocupación de Lamine Yamal es atusarse el pelo. Responde al instinto adolescente tan común en cualquier familia. Mientras el balón no está en sus pies o en la probabilidad de capturarlo, el genial futbolista se acicala los mechones, hunde las uñas en la tupida cabellera, siempre el flequillo hacia adelante, posición horizontal. Lamine Yamal acaba de marcar un gol de figura mundial , acogiéndose a su derecho de sentirse en el patio del colegio, 4º de la ESO, sin atender a las marrullerías de los mayores que exigen de él un comportamiento profesional. Se arregla el pelo porque tiene 16 años y es lo que corresponde. El extremo de la selección replica al mundo con un eslalon mágico, se abre camino, la piel pegada a la pelota, Theo Hernández enseñando colmillo y el balón en perfecto arco a la cazuela, superado el enorme guante de Magnian, que casi cubre el córner con su estética y amplia estirada. Es la maravilla de Lamine que ha generado una corriente de electricidad en la selección española, sumida hasta ese momento en la angustia de un gol en contra y una amenaza latente y real. Mbappé se puede merendar por velocidad e ímpetu a Jesús Navas, que ya tiene una tarjeta. La manada de búfalos saltando sobre el veterano lateral. Así llegó el primer gol, maniobra en apariencia sencilla para un fenómeno, encara Mbappé, hunde al defensa y la pone dulce y suave a la cabeza de Kolo Muani , Laporte esta vez a por uvas. Francia es un equipo de atletas, gigantes a vista de pájaro desde la tribuna, físico colosal que lleva el aburrimiento como purgatorio. Pero en Múnich sale a morder, es una semifinal de la Eurocopa, ganaron un Mundial, perdieron el otro, reducirlo todo al tedio es demasiado simple. El gol no ha desarmado a la selección, el grupo es de hierro como se demuestra después. Voluntad y carácter, un plan de juego, una tropa convencida, como los grandes equipos que se lo creen antes de subir al autobús. Lamine ha levantado una obra de arte en las afueras de Múnich y la selección se deja lleva por el agua del manantial. Francia defiende con gallardía, pero un despeje poco potable cae en el pie de un descubrimiento: Olmo finta a Tchouameni con un giro de cadera y la deja para romper. El tiro es una explosión de vitalidad y visiones futuristas de un campeón en ciernes. Gol. 2-1 y Francia con la cara cruzada. Mbappé juega sin máscara , es la hora del rostro descubierto y la afición alemana mayoritaria en el Allianz silba a Cucurella por la mano de aquel penalti no pitado. Ambiente de grandeza al que España responde con coraje y fe. El partido vuelve del descanso volcado hacia la portería de Unai Simon. Francia suelta amarras y olvida el mundo de la trinchera donde se siente a gusto. La misión es peliaguda, arrebatar el balón a España, a los nietos del tiquitaca , generaciones de españoles educados en academias y campos de hierba artificial para tocar, moverse y jugar. Es Francia contra una cultura ancestral. No se imponen los galos porque la selección aprovecha cada resquicio para dormir el balón en las botas de Rodri o Fabián, inmensos ambos, patrones de la nave. Francia expone su voluntad, exprime a Dembelé, busca y no encuentra a Mbappé, estira las vidas y la energía con Griezmann, Barcola y Camavinga... Deschamps tira la casa por la ventana, mete a Giroud, la tanqueta con velocidad de paquidermo. España resiste, ya sin Jesús Navas, bloqueado por la tarjeta y superado por la zancada de Mbappé. Nacho ejerce de Carvajal, otro nombre sin rostro como Vivian aporta brío al equipo, suena el «Que viva España» en las gradas, los alemanes bajan el tono cansados ya de pitar a Cucurella . En ese ejercicio de supervivencia, Lamine repite la jugada del gol fantástico. Esta vez el tiro se va alto. Si lo mete, hay que parar el partido y hacerle homenaje, como en la NBA. La tiene Mbappé ante Vivian, pero el crack chuta muy alto. El mejor del mundo no ha aparecido, Francia está en la cuneta y España en una final con todo el crédito a sus espaldas.