Eran muchos los mensajes. Un encierro de sangre y vida en San Fermín a la mañana, los treinta años del codazo de Tassotti a Luis Enrique como para que España, la España sana que ve en televisión la única verdad del fútbol, no se diera por aludida. Tanta era la Armada moral que había que remontar, sobreponerse en el primer tiempo. El cerebro frente al músculo, lo nunca visto. El talentoso autobús de Didier Deschamps infrautilizado, y yo que a Jesús Navas, en esos ojos claros, que son comunes en la Baja Andalucía, le vi el signo de la victoria. Yo, desde el sótano de Argüelles, también veía cómo a Cucurella le hacían una suerte de vuvuzela bávara. Qué juventud,...
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