Antes, para acceder a la pornografía, a los chavales no les quedaba otra que tratar de comprar clandestinamente alguna de esas revistas que los quiosqueros tenían embolsadas en un lateral de la tienda. O intuir alguna escena en las películas codificadas que emitía Canal+ . Hace unos años, ver fútbol era gratis y las películas eróticas, de pago . Hoy ocurre exactamente lo contrario. En esta ironía, resume Alejandro Villena, psicólogo y sexólogo de la asociación Dale Una Vuelta, está la clave del cambio que se ha producido en el consumo de este tipo de contenidos: nunca antes han sido tantos y tan accesibles. «Hoy hablamos además de pornografía 5.0, preparada para generar adicción con un menú infinito a la...
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