El tremendismo y la hostilidad de la política española ha provocado en torno al acuerdo sobre el poder judicial una reacción paradójica, y es que los firmantes no sólo no presumen de haberlo alcanzado sino que disimulan su satisfacción entre excusas pudorosas para que los votantes más arriscados no crean que han cedido a la tentación de la concordia. Es tal el clima de animadversión tóxica que ambas partes recelan de que sus simpatizantes entiendan el acercamiento al rival como una derrota. Ha sido algo puntual, eh, vienen a decir, y por necesidad perentoria; no vayáis a pensar que a partir de ahora vamos a comernos la boca. Y a continuación vuelven a zurrarse como de costumbre para disipar cualquier...
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