Alas seis en punto de la tarde, se abrió la Puerta del Príncipe para recibir a los aficionados en la jornada de puertas abiertas de la Real Maestranza y la bulla que se encontraba a pleno sol, comenzó a aplaudir por un evento que reunió a centenares de personas en el albero baratillero . Familias con niños hasta recién nacidos, personas mayores, turistas, hinchas del Athletic Club de Bilbao o miembros de escuelas taurinas se acercaron ayer a la Plaza de la Maestranza a practicar toreo de salón y a poder estar cerca de Juan Ortega, uno de los diestros que estará en las próximas tardes de la Feria de Abril. A pesar del intenso calor, muchas personas cogieron un capote y una muleta y comenzaron a torear en medio de una plaza que se abría de par en par para crear afición y pasarla de generación en generación. Había algunos pequeños que ya se conocían cómo tenían que dar los pases y las diversas suertes. Otros se sorprendían al ver los caballos de picar y miraban a sus padres cuando los subían para hacerles fotos para el recuerdo familiar. Fue una tarde hermosa la de ayer porque los aficionados antiguos pudieron estar cerca del albero donde vieron grandes faenas años atrás y donde tal y como dijo Ortega en su charla, «la Maestranza es el templo del toreo y es como si se va a misa a la catedral» . También, comentó sus recuerdos de cuando era niño y las añoranzas de su padre cuando veía los toros. Señaló que siempre le había parecido una plaza «cuidada, coqueta y bonita» y apuntó que «lo que quería de pequeño, era bajar al albero y tocar las tablas por las que habían pasado los toros», algo que «hice cuando debuté aquí» . Preguntado por cómo afronta la Feria de Abril, contestó que «con mucho miedo y responsabilidad porque Sevilla siempre es especial». Tras esto, se sentó en una hermosa mesa en el centro de la Maestranza a firmar autógrafos para los aficionados, los cuales formaron una cola que llegaba hasta el callejón de la Puerta del Príncipe . Ortega estuvo atendiendo hasta que el sol se marchó por el Aljarafe y una pequeña brisa aliviaba a todos aquellos que estuvieron esperando para llevarse un detalle del torero sevillano. Venidos de todos los lugares La Maestranza fue una suerte de torre de Babel porque mientras sonaban los pasodobles por la megafonía, se escuchaban diversas lenguas como el francés, el inglés, el italiano, el catalán o el vasco practicando naturales o derechazos. Se observaba claramente cuáles eran los alumnos más aventajados, algunos venidos de la escuela de Lucena o de la asociación de aficionados taurinos andaluces. Chicos y chicas se atrevieron a hacer verónicas, chicuelinas o pases de pecho que quedaron inmortalizados en los móviles de sus padres o amigos. Aunque no se pudo subir a los tendidos, éstos sí se convirtieron en unos fondos inigualables para las fotos de familia de todos aquellos que se quisieron acercar a la Maestranza para conocer más de cerca la tauromaquia, su cultura y su arte en una tarde de primavera en la que la plaza de toros de Sevilla fue el epicentro de un evento que reunió a personas de todas las edades en torno a los toros.