Mi entorno nunca ha tenido quebraderos de cabeza al hacerme regalos: todo aquel que me conoce bien sabe que
las joyas son mi pasión y que mis manos repletas de anillos y pulseras son mi gran sello de personalidad. De hecho, hay varias piezas de mi colección que ni siquiera conocen aún
mi joyero, puesto que llevo años sin quitármelas para absolutamente nada, vienen conmigo a todas partes y, por tanto, nunca he necesitado guardarlas.
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