Marián García (Belmonte, 1982) recorre España con su particular barraca de adipocitos. Unas pelotas antiestrés con caras de emojis hacen las veces de estas células de grasa que, recientemente, se ha descubierto que tienen memoria. Boticaria García –que es como se la conoce en redes– hace malabares con la obesidad, la enfermedad, el ejercicio físico y los hábitos saludables para su legión de seguidores. En el teatro de las redes sociales ”hay gente lucrándose, tanto en alimentación como en ejercicio físico”; el circo de la industria está montado en torno a “un negocio de la insatisfacción corporal”. Pero ella lo quiere desenmascarar con evidencia.
En su libro Tu cerebro tiene hambre (Planeta, 2024) recoge el último boom de estudios sobre el peso y la alimentación, con un eje: la “obesidad es una enfermedad. Negarla es parte del problema”. Tan estigmatizada que ”habría que cambiarla de nombre”. Pero ahora se conocen como nunca los mecanismos físicos que hay tras ella. Y, definitivamente, perder peso o comer saludablemente no es una mera cuestión de voluntad. Cero culpa: es cosa de tu cerebro.
“La culpa es la telonera de muchos trastornos de la conducta alimentaria”, recalca en este capítulo de Tampoco es el fin del mundo, en que Boticaria García desmonta el mito de menos plato y más zapato. “Eso es una condena a la frustración. Hay gente con obesidad que no tiene fácil moverse, que tiene problemas articulares…”. Eso, por no hablar del juicio del gimnasio. “Los gimnasios son sitios hostiles para muchas personas”. Especialmente mujeres. Y hay entrenadores que presentan los cambios corporales de sus clientes “como trofeos de caza“, cuando lo importante es “lo que pasa por dentro [distribución de grasa y músculo, etc.]”.
Para Boticaria García, la obesidad “es una enfermedad compleja, no una decisión. Nadie elige un avatar gordo en el Metaverso”. Hay tras ella muchas veces problemas hormonales y genéticos. Claro que hay que aceptar los cuerpos, todos son buenos y estupendos. Claro que hay un estigma y un problema con las tallas que no ayuda.
Nadie elige un avatar gordo en el Metaverso. Claro que todos los cuerpos son estupendos. Pero la obesidad es una enfermedad y no se puede tratar con culpa y gordofobia.
Pero hay que entender qué ocurre en el cerebro [cuando se tiene hambre o impulso de comer]; entender que el índice de masa corporal está desfasado, que hay cuerpos grandes que pueden ser sanos”. Y al contrario con los delgados.
El sobrepeso puede estar presente en una persona aparentemente normativa o delgada, por ejemplo, en grasa abdominal “peligrosa para la salud cardiovascular”. Eso “es ciencia, no es discutible. Lo que es altamente discutible es que la sociedad no esté pensada para cuerpos grandes o se juzguen”.
Semaglutida (Ozempic® o Wegovy®) y tirzepatida (Mounjaro®). Desde la publicación de su último libro, se han ido aprobando medicamentos en distintos países “que son un antes y un después en el abordaje de las enfermedades metabólicas.” ¿El fin de la obesidad en el mundo?
“Realmente se puede cambiar la vida de las personas [con obesidad]“, pero, como con la salud mental, no basta sólo con prescribir un fármaco. “Fármaco, intervención nutricional y ejercicio”. O, dicho de otro modo, pasar “por las consultas, en plural, de especialistas”. De lo contrario, se corre el riesgo de perder músculo (o incluso grasa –que es necesaria–) de forma poco saludable o padecer el efecto yoyó.
Como con otros medicamentos de la era de internet (la Viagra, por ejemplo), hay un riesgo de automedicación y mala pauta. De fondo, la presión de entender la “obesidad como [cuestión de] imagen y no la inflamación y los riesgos metabólicos que conlleva” como enfermedad. Pero “esto no es una pastilla quemagrasas”.
Para Boticaria García sí que podemos estar ante un cambio de paradigma, pese a que el futuro secretario de Estado de Sanidad de EE.UU. no ve con buenos ojos la llegada de Ozempic o Mounjaro, como también se ha mostrado reticente a las vacunas. “Es un desastre” que se ceba con “quienes tienen menos recursos” y quedan condenados a seguir dietas-influencer sin asesoramiento en materia de salud o basadas en leyendas urbanas. “Muchísimas mujeres me dicen: ‘Mi madre me puso a dieta en mi primera comunión y ya nunca he dejado de estar a dieta’. Esta frase tan dolorosa la he escuchado muchas veces”.