Dijo una vez Abel Caballero que Vigo se ve desde el espacio de manera singular: “En la Estación Espacial Internacional están deslumbrados”. Si asumimos la licencia literaria, no le falta razón. Pero no sería la única fuente de luz de una Europa que está cambiando el color de su noche, más allá de las luces de Navidad.
Desde el espacio, el continente parece un tablero luminoso. Al moteado naranja de las farolas se han estado sumando cada vez más puntos blanco-azulados, sobre todo en el territorio peninsular. Es el rastro de la iluminación led de primera generación, que para Alejandro Sánchez de Miguel tiene algo de “fraude” a la ciudadanía. Este astrónomo especialista en contaminación lumínica cree que nos la colaron con “la excusa de la eficiencia, que sí era cierta a nivel doméstico, pero no en la calle”.
Las luminarias venían usando lámparas naranjas de vapor de sodio. Pero los primeros ledes trajeron una luz blanquecina. Recorre la noche desde hace unos años y está enfangando los cielos y alterando ecosistemas enteros. La Navidad no es la culpable. Son las farolas o estadios el resto del año, entre otros.
“A mí también me gustan las luces de Navidad”, reconoce en este capítulo de Tampoco es el fin del mundo. Es cierto que “nos recuerdan muchas veces a las estrellas, pero las apagan”. En 20 años veremos menos de la mitad. Cuanto más blanco-azuladas las luces, más ensucian los cielos con halos que impiden la observación nocturna a kilómetros de distancia. Pero este problema no es exclusivo de cada mes de diciembre y enero.
“A veces le echamos a las luces de Navidad más culpa de la que tienen. Su verdadero peligro es la banalización de la contaminación lumínica”. Sánchez de Miguel investiga en la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Exeter. Acaba de publicar el último Atlas de Contaminación Lumínica de Europa, a partir de fotos en alta resolución desde el espacio. Su objetivo no es sólo proteger el cielo estrellado, sino también alertar sobre el impacto ambiental y social de un mundo cada vez más iluminado.
”El componente azul de las luces led es especialmente dañino para la biodiversidad. Atrae a los insectos, desorienta a las aves migratorias y afecta incluso a los polinizadores nocturnos, fundamentales para los cultivos”, afirma. ”Se pueden duplicar los casos de malaria porque estamos favoreciendo la proliferación de mosquitos”.
Desde su punto de vista, el problema no es solo técnico, sino también político. “En muchas ciudades no se cumplen las leyes de iluminación sostenible. En zonas protegidas, como el Parque Nacional del Guadarrama, debería haber farolas con luces cálidas, pero encontramos [en la carretera] ledes blancos (a unos 4.000 grados Kelvin) que contaminan muchísimo más”.
Cómo poner una iluminación (navideña o no) más responsable
A la contaminación lumínica se suman las emisiones de CO2 para producir la electricidad, como explicábamos en este vídeo de El Objetivo. Sánchez de Miguel es optimista sobre las soluciones. La luz led de última generación es eficiente y presenta ventajas, entre otras…
Aunque Sánchez de Miguel nunca ha conversado con el alcalde de Vigo, no niega que le gustaría hacerlo. Con él y muchos otros. “Lo mínimo sería que cumpliesen la ley e hicieran un estudio de impacto ambiental. Hay formas de mantener la espectacularidad de las luces con menos impacto“. La receta, a priori, es sencilla. “Disfrutemos de la iluminación, pero de manera responsable”.
Escucha la entrevista completa con Alejandro Sánchez en el capítulo 51 del pódcast Tampoco es el fin del mundo, con el guión y diseño de sonido de Mario Viciosa y la producción de Xulio Rodríguez.