Hace instantes (
ver primera parte de la entrevista)
conversábamos que pese a ser crítico en algunos puntos políticos y sociales del país, esto no mellaba tu carrera como escritor. Sin embargo, al menos en Lima, se carece de crítica y se observa en la literatura, como en el teatro u otras artes, que todos quieren ser amigos de todos…
Es terrible. Que todo el mundo quiera ser amigo de todo el mundo es atroz. Me pasa casi seguido que me dice algún conocido escritor que tal libro es un mamarracho y días después lo ves presentando ese libro o escribiendo una columna. Incluso deslinda que es conocido o amigo de quien realiza la crítica o comentario. Si esta relación fuera natural y todos los escritores se cayeran bien, se apoyarían entre sí para crecer. En lo real, sabemos que el trasfondo de todo esto es falso, porque cuando hablas con escritores peruanos notas muchas rencillas, enfrentamientos, que antes eran más abiertos.
En el debate está el poder mejorar como artistas, ¿no?
En la Literatura y en la vida hay buenas razones para estar en desacuerdo con las personas, con otros. Me parece triste esta onda de supuesta amistad universal entre escritores y era un tema en el que entré en debate con Gastón Acurio hace algún tiempo. Si hablas con un chef te dice que la competencia es genial y así entre ellos. Todo está en armonía bajo el papado de Gastón. Él me decía “¿por qué los escritores tienen que estar peleándose todo el tiempo?”.
Los escritores escriben sobre el mundo, sobre la realidad, no importa en qué clave escriban. Y escriben sobre el Perú, y el Perú no es un tema en el que todos estemos de acuerdo. Tenemos ideas distintas. Entiendo si se pelean escritores de izquierda con escritores de derecha, si uno es progresista y el otro es conservador, si uno está muy metido en el circuito limeño y otro se siente expatriado. Todas son fuentes de conflicto esperables y lógicas. Si la discusión es quién hace más rico el tacu tacu me parece una estupidez (risas).
Entiendo, todo a su lugar...
Exacto. Si ese va a ser el nivel de discusión yo no tengo ningún problema con que los chefs no se peleen. Pero si el tema es cómo va a ser compuesto el próximo Congreso, quién va a ser el próximo presidente o qué hacer para que la cultura peruana se expanda por todo el Perú, ese es un tema por el que vale tener posturas opuestas para discutir. Pero si el tema va a ser “oye las papas y la carne van juntas en el lomo saltado o se sirven por separado”, yo no voy a pelear con nadie por eso (risas).
Creo que los escritores o artistas se crean los amigos de todos, entre ellos, obedece a una clara postura completamente ególatra, es decir, “voy a opinar que esto está bien para que luego digan que lo mío está bien”. Y lo peor es que cuando alguien dice que “lo mío está bien”, se alegran como si fuese genuino.
¿Qué repercusiones has visto sobre ‘El Anticuario’ y ‘Puente Aéreo’?
Mi mayor placer en cuanto a la recepción crítica de El Anticuario, ha sido en el New York Times. Son críticas que a cualquiera le emocionan. En el Perú no salió ninguna reseña negativa. Y, además, si yo publicaba una mala novela, por todo lo que escribo en redes sociales, me hubieran crucificado. Igual, me parece lamentable el panorama anteriormente explicado, pues nuestro país tiene una tradición de discusión y debate expresada en su Literatura y en sus escritores.
¿Sientes que hay más imagen que contenido en este contexto?
Si te pones a pensar cuáles son los escritores de 40 años para abajo que asuman una postura política, son contados con los dedos. A lo mucho, algunos se toman un selfie diciendo “estoy a favor del aborto” y listo. Eso no es una completa postura política. Perú tiene una tradición de debate. Antes se publicaban libros que respondían a otros.
Hablando de enfrentamientos: hace varios años los tienes con Aldo Mariátegui. Parece que entre ustedes se provocan. Se sabe que Mariátegui se va con todo en sus comentarios y eso evidencia su cosmovisión, lo cual es celebrado por muchos. ¿Crees que cierta parte de los peruanos son como él y por eso lo siguen?
El sentido común de los peruanos es de derecha. Las cosas que los peruanos hacen y creen o piensan que están bien hacerse, por sentido común, son derechistas siempre. La próxima vez que haya algún debate y encuestas inmediatas y haya una pregunta, siempre el pueblo va a estar inclinado hacia la derecha. Por ejemplo, la ley acerca de la recolección de datos de ubicación de los celulares.
Estoy a favor de la ley porque una vez que he entendido sé que no es una intromisión en la vida de nadie. Los medios decían que si el gobierno quisiera conocer tus mensajes, lo iba a hacer, pero por otro lado esa acción iba a ayudar a capturar delincuentes. La respuesta fue masiva: 80% apoyaba a la ley. Esa postura es de derecha.
Si tú tienes un derecho como el de reserva de tus comunicaciones, pero violar ese derecho puede ser útil para otra cosa que puede ser necesaria para la mayoría, está bien violarlo. Ese es el sentido común del peruano, no de todas las naciones, claro. Para un francés eso no sería el sentido común; no puedes violar el derecho común de nadie.
¿En qué otros aspectos se graficaría este sentido de derecha que tendría la mayoría de peruanos?
Lo puedes ver salpicado a las protestas sociales. Frente al trabajo de las mineras. El sentido común es: están destruyendo el ecosistema, pero al final vamos a ganar un huevo de plata. Ese es el mismo sentido común de “roba pero hace obra”. El sentido común del peruano tiende a la corrupción y a la derecha. El peruano quiere abolir la corrupción pero incluso la lucha contra la corrupción puede ser corrupta. Es como una versión más suave de lo que era la época de Sendero Luminoso con la represión estatal. Se reprimió a los terroristas con una violencia igualita. Lo que opina Mariátegui no me parece arriesgado. Él impulsa una postura desde su discurso, todo muy bien calculado por él.
¿Eso podría estar pasando contigo, pero del lado de la izquierda?
Puede ser que esté pasando conmigo. Y si sueno de muy belicoso o muy beligerante el lector dice “ah, qué bien que se atreva”. Mariátegui es un reflejo derechista de lo que quizás yo mismo hago en mis textos. En mis columnas en La República no emito opiniones de izquierda, por ejemplo, cosa que sí lo hago en mi blog o post de Facebook. Eso sí, yo no hago lo que Mariátegui hace, que difama gente en su columna. Mariátegui cruza el límite, el chisme, las cosas privadas de la gente. En resumen, no me sorprende que Mariátegui tenga gente a la que le caiga bien sus columnas.
Cómo sientes la actitud de Mariátegui frente a lo que opina...
Lo que tiene Mariátegui es que suena raro de una persona que tiene 51 años. Su manera de pensar es una combinación de un una respuesta muy infantil ante los problemas políticos y sociales del país mezclada con una carga de prejuicios que es completamente senil. Es decir, Mariátegui nunca está en su edad. Lo ves muy infantil cuando se queja del gobierno de Juan Velasco Alvarado, por ejemplo, y ahí notas que se está quejando como un niño que la pasó mal cuando ni siquiera vivió completamente esa época.
¿Crees que él odia a la izquierda?
Me imagino por la familia Mariátegui que uno no nace odiando ni a la izquierda ni a la derecha. Uno nace venerando al patriarca familiar que es padre de la izquierda peruana, por lo que tiene que haber un punto de quiebre traumático para ir contra esas ideas que han mantenido a tu familia en pie los últimos años.
Encuentras cosas seniles en él como cuando se queja de Manuel Odría o Manuel Prado como si hubiera vivido esa época, ¡como si hubiese vivido cien años! Además, Mariátegui tiene los prejuicios sociales de otra generación que no son de la tuya ni de la mía. Salvo en temas de igualdad de género, Mariátegui tiene posturas extrañas.
Él no es tonto, sabe cómo herir a alguien como cuando dice “electarado”. Pudo haber mezclado, elector con torpe o elector con tonto, pero elige tarado. Y sabemos que viene de “tara”, que es una deficiencia psíquica o física genética. “Electarado” era una palabra clave en García Calderón, López Albújar y en los indigenistas que eran racistas y hablaban de los indígenas como una “raza” degenerada.
¿Te sentarías a tomar un café con él?
No creo que me invite. Contigo me voy a tomar dos, creo. Cuando yo era editor de Somos, él era editor de Economía en El comercio. Semanalmente había una reunión y lo veía pero él estaba silencioso. Sus últimos trabajos públicos, las columnas en Perú 21, la televisión y el puesto como director de Correo, te ponen un Mariátegui muy radical, pero en verdad él se adapta un montón al medio en el que está. En El Comercio de ese entonces no era tan radical.
* Tercera y última parte de la entrevista, este viernes 11 de noviembre.
