Vuelta de las vacaciones; ligera bajada de las temperaturas; colegios; toses; mocos; médico; antibióticos. En esta secuencia, falta algo clave: la contaminación del aire. No sólo volvemos a la rutina, muchas familias vuelven a la ciudad y, con ello, a exponerse a partículas tóxicas u óxidos de nitrógeno, azufre de tubos de escape y fábricas. Y, desde luego, los antibióticos no funcionan contra estas. Es más, pueden suponer un grave riesgo de salud pública. Así lo destaca un nuevo estudio liderado por el Hospital de Bellvitge (Barcelona).
La contaminación del aire y la resistencia a los antibióticos son dos retos clave de salud pública. Para 2050, las infecciones por bacterias resistentes podrían causar 10 millones de muertes al año, cifra que ya causan la suma de respirar aire contaminado y las resistencias bacterianas.
Respirar contaminación del aire mata. En concreto, las partículas finas PM2,5 están detrás de más de 293.000 muertes prematuras anuales en la UE, sobre todo por cardiopatías, según datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA). Por su parte, el NO2 anticipa la muerte de unas 69.000, estando detrás, también, problemas coronarios y diabetes mellitus.
Las políticas anticontaminación (mucho antes que los tratamientos) están salvando vidas. El informe The Lancet Countdown de 2023 destacó un recorte global de las muertes por contaminación del aire de un 16% desde 2005. Sin embargo, el 98,10% de la población de Europa respira niveles anuales de PM2,5 por encima de los umbrales seguros considerados por la OMS.
Estudio de Abelenda-Alonso et al. en JAMA N.O., 2024
Jordi Carratalà (Hospital de Bellvitge)