Soraya baila al menos tan bien como Mariano juega al futbolín. Si la telegenia es un valor político, Soraya –que no es el exactamente del tipo de uno– da mejor que Mariano, al que hay que apuntar el mérito de llegar a presidente del Gobierno sin ser guapo ni la alegría de la huerta, e incluso con carencias capilares. “Operación Soraya”, lo llama el medio más enemigo de Mariano (no hay peor cuña que la de la misma madera), claramente picado. Los de fuera de Madrid no entenderán nada, pero el caso que es se ha montado revuelo porque en las banderolas publicitarias del PP en la capital comparten protagonismo el presidente del Gobierno y su vicepresidenta. ¡Toma paridad!
Soraya va a reemplazar al presidente del Gobierno en el debate “a cuatro” del lunes en Atresmedia (antes las teles tenían un nombre propio, que coincidía con el numerito en el mando a distancia de mi tele, no el de un holding), y asegura que para enfrentarse al pívot Sánchez y los gallo (por la delgadez y relativa poca altura, caja pequeña que se dice) Rivera e Iglesias “solo necesita repasar lo que hemos hecho estos años”.
A la vicepresidenta con más cargos de la aún corta historia de la democracia española se le presupone un memorión de abogado del Estado, que es lo que se sacó en las oposiciones. De entrada debe tenerlo –el memorión– solo para recordar todos los cargos que ha acumulado. Las caravanas electorales se están aún desperezando, de manera que ante la inminente llegada del “puente de la Constitución”, todo gira en torno a las expectativas que levanta el debate que dirigirán los periodistas Ana Pastor y Vicente Vallés.
Un debate para levantar los resultados que ofrece la encuesta del CIS, que ha dejado noqueados a casi todos. PP, PSOE y Podemos han salido perjudicados, sobre todo los dos de la izquierda. El único que sale más o menos bien parado es Ciudadanos, que de la nada pasa a un compacto grupo de diputados. Digamos que no hay escaños en el Parlamento para tanta ambición electoral.
En la estrategia electoral de este 2015, lo que se diga en los mítines –ya cansinos de por sí–, no importa nada. Importan el ‘prime time’, los gritos delante de las cámaras, la talla de camisa y el flequillo o la coleta.
El domingo pasado la vicepresidenta se soltó el pelo en el programa de Jesús Calleja, que debería llamarse ‘Al filo de lo imposible’, por los retos a los que somete a sus invitados famosos. Por los andurriales del Camino de Santiago, casi perdiendo el resuello, Soraya Sáenz de Santamaría hablaba, sudorosa y con un cayado en el mano, de corrupción y de todo lo que se le pasaba por la cabeza –o el guión– a Calleja, que es un aventurero parlanchín. En las situaciones de agotamiento se produce anoxia, la falta de oxígeno en el cerebro. O sea, que la mujer se bandeó notablemente con el cerebro debilitado por el esfuerzo que le propuso Calleja. Eso sí que es un entrenamiento para debatir con los aspirantes.
El problema es que Soraya no es una aspirante; o sí, a saber.