Bukele se convirtió en 2019 en el presidente más joven de América Latina. Ahora busca mantener el poder, pese a que la Constitución de El Salvador se lo prohíbe.
Cuando los opositores empezaron a denunciar que en El Salvador existía una dictadura, Nayib Bukele decidió cambiar su descripción en X, el 20 de septiembre de 2021, de “presidente” a “dictador” de ese pequeño país centroamericano de 6,3 millones de habitantes. Unas horas después, volvió a modificar su biografía en esa red social por otra en la que se definía así mismo como “el dictador más cool del mundo mundial”.
De esa forma Nayib Bukele respondió con ironía a las críticas de la oposición, que por entonces cuestionaba un decreto presidencial que ordenaba la jubilación de jueces, magistrados y fiscales mayores de 60 años, y un fallo de la Corte Suprema de Justicia, controlada por él mismo, que permitía a los presidentes optar a la reelección inmediata, pese a la prohibición constitucional. “El presidente Bukele es sumamente hábil en reencuadrar realidades”, dice al respecto Omar Luna, analista de datos de la consultora salvadoreña Lab-Dat.
Aquella decisión de los magistrados del Supremo en 2021 es la que le permitió a Bukele asegurarse un lugar en la papeleta de las elecciones generales que se celebrarán este domingo 3 de febrero y a las que llega como el favorito. Los salvadoreños, según las encuestas, respaldan un nuevo mandato del extravagante político -de cabello encerado y barba perfilada- que viste vaqueros, chaquetas de piel y gorra con la visera hacia atrás, que llegó al poder en junio de 2019 con la promesa de acabar con la violencia, y que ha hecho de su imagen un “modelo de exportación” en América Latina.
“Hay personas de países de América Latina que quieren a un ‘Bukele’”, señala a Newtral.es el analista Luna. La imagen de Bukele, dicen los expertos, se ha fortalecido en gran medida porque ha logrado frenar con mano de hierro a las pandillas de El Salvador, llevando tranquilidad a barrios que antes de 2019 eran foco de asesinatos y extorsiones. “Bukele ha llegado donde está por la intervención que hace en la sociedad salvadoreña con el tema de la maras (pandillas)”, valora Amparo Marroquín Parducci, investigadora del Departamento de Comunicación y Cultura de la Universidad Centroamericana de El Salvador (UCA), en diálogo con Newtral.es.
En febrero de 2023, la Presidencia de El Salvador difundió un vídeo en el que aparecía el presidente Bukele recorriendo la que se considera la cárcel más grande de América y en la que pretendía encerrar a más de 40.000 presuntos pandilleros. Las imágenes, parecidas a las de una producción cinematográfica, lo mostraban desde diferentes ángulos rodeado de agentes policiales y militares. Ese mismo mes, el Gobierno recurrió a vídeos para informar de que más de 2.000 pandilleros ya habían sido trasladados a la mega penitenciaría de 23 hectáreas de extensión.
Desde que llegó al poder, Bukele le declaró la guerra a las pandillas. En junio de 2019, a pocos meses de ceñirse la banda presidencial, lanzó un plan de control territorial como estrategia de seguridad y un mes después anunció el estado de “emergencia máxima” en los centros penitenciarios tras actos violentos perpetrados por grupos delincuenciales. La violencia, finalmente, menguó en uno de los países más violentos del mundo, pero según investigaciones periodísticas, fue en parte por las negociaciones del Gobierno con altos dirigentes de las tres principales pandillas salvadoreñas, como lo habían hecho sus antecesores.
Para Gabriel Labrador, periodista del diario digital salvadoreño El Faro y autor de uno de los perfiles más completos de Nayib Bukele, la “innegable seguridad” que vive su país responde en parte a esa negociación con las pandillas. Pero dicho acuerdo se mantuvo hasta marzo de 2022, cuando los grupos delincuenciales desataron una serie de asesinatos sin precedentes en esa pequeña nación. El fin de semana del 26 y 27 de marzo de aquel año se produjeron 87 homicidios, por lo que Bukele recurrió al Congreso, donde goza de mayoría, para que le permitieran declarar el “régimen de excepción” con la intención de frenar un “incremento desmedido” de asesinatos.
“Desde el inicio de su mandato tenía canales de comunicación con las pandillas y poco a poco hemos descubierto las negociaciones con tres pandillas. Eso lo ha ocultado y lo ha hecho con imágenes (en redes sociales) de mano dura. Con eso vende la imagen de que jamás va a negociar”, cuenta Labrador a Newtral.es. Bajo el régimen de excepción, las autoridades de seguridad han detenido a más de 75.000 personas y los homicidios bajaron en 2023 a una tasa de 2,4 por cada 100.000 habitantes. En 2018 la tasa de homicidios en ese país era de 51 homicidios por cada 100.000 habitantes.
Sin embargo, la estrategia de seguridad en El Salvador ha sido criticada por diferentes organismos de derechos humanos que señalan al Gobierno de Bukele de cometer graves violaciones de forma sistemática. Amnistía Internacional dijo el año pasado que la medida ha resultado en miles de detenciones, en su mayoría arbitrarias, el sometimiento a malos tratos y tortura y violaciones flagrantes al debido proceso. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por su parte, ha hecho un llamamiento a restablecer los derechos y garantías suspendidos por el régimen de excepción.
Bukele, sin embargo, ha hecho caso omiso a las peticiones de los organismos de derechos humanos y ha advertido a las pandillas que tomará medidas drásticas como dejarlos sin comida sin importarle “lo que digan”. “Estamos a punto de ganar la guerra contra las pandillas”, destacó el 15 de septiembre de 2023 en un discurso por la independencia de su país al que llamó ‘La verdadera independencia’. “En dos siglos de historia nunca conocimos la paz, hasta ahora”, dijo. Ese era el sueño de los salvadoreños, dice el experto Luna, y Bukele lo ha sabido capitalizar.
Nayib Bukele es uno de los nueve hijos del empresario de origen palestino Armando Bukele Kattán, que en la década de 1980 se acercó al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), una organización de izquierda involucrada en el conflicto armado salvadoreño del siglo pasado. No es extraño por eso que, a inicios de su carrera, Nayib Bukele se definiera como un político de izquierda radical. Antes de postularse a un cargo de elección popular, dirigió una agencia de marketing y publicidad y fue el artífice de las campañas electorales del FMLN.
En 2011 se afilió al FMLN para competir como candidato a la alcaldía de Nuevo Cuscatlán, un pequeño municipio del occidente del país. Y de ahí saltó, en 2015, a la alcaldía de la capital, San Salvador. “Bukele fue probando si le funcionaban las cosas y, claramente, le funcionaron desde el inicio”, dice el periodista Labrador en conversación telefónica con Newtral.es. Sin embargo, el mismo partido que lo acogió en 2011 lo expulsó en 2017 descartando así una postulación a la presidencial en esa casilla.
Carlos Monterrosa, profesor del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas de la UCA, considera que esa decisión del FMLN lejos de afectarlo políticamente, impulsó la imagen de Bukele y propició que participara en las elecciones presidenciales de 2019 como candidato presidencial de la derechista Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA). “Al inicio de su carrera se identificó como un hombre disruptivo entre la izquierda, pero ya en el ejercicio podría definirlo como un persona con un pensamiento conservador. Más cercanas a partidos de derecha, una derecha anacrónica”, dice Monterrosa al ser consultado en qué espectro ideológico ubica a Bukele.
Esa metamorfosis de Nayib Bukele es vista por el analista Omar Luna como parte de un proceso “camaleónico” que le permitió mutar “dentro de un entramado político y la polarización de dos partidos hegemónicos”: el FMLN y la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). Ambas formaciones gobernaron en El Salvador tras el fin de la guerra civil que se selló con los acuerdos de paz en 1992. Ese bipartidismo fue desmontado con la irrupción de Bukele en 2019, como él mismo lo dice. Con 37 años, el 1 de junio, se convirtió en el presidente millennial más joven de América Latina. Ahora Bukele tiene su propio partido al que bautizó Nuevas Ideas.
Un año después de haber llegado al poder, en abril de 2020, Nayib Bukele se enfrentó a los magistrados de la Sala Constitucional del Supremo que frenaron diferentes medidas que su ejecutivo implementó para contener la pandemia de COVID-19 y que fueron consideradas inconstitucionales. Bukele usó su cuenta en X para anunciar que no cumpliría con la resolución judicial. Al año siguiente, tras las elecciones legislativas que le dieron el control del Congreso, llegó la destitución de los magistrados del Supremo y del Fiscal General, y en su lugar los diputados nombraron funcionarios afines al mandatario.
Esos cambios en el Poder Judicial fueron cuestionados por la Organización de Estados Americanos (OEA), Estados Unidos y las Naciones Unidas porque representaban un atentado a la separación de poderes de El Salvador. “Hace tres años dije que Bukele no era una democracia. Daniel Ortega (de Nicaragua) y Nayib Bukele son autoritarismo o dictaduras que llegan al poder, tal vez, legítimamente, pero luego buscan mecanismo ilegales o inconstitucionales para quedarse en el poder”, dice a Newtral.es Santiago Cantón, secretario general de la Comisión Internacional de Juristas y miembro del centro de pensamiento Diálogo Interamericano.
Ana María Méndez-Dardón, directora para Centroamérica de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), advirtió recientemente, en una entrevista con el diario costarricense La Nación, que lo que hizo Hugo Chávez en Venezuela en diez años, a Nayib Bukele le tomó dos en El Salvador. Pese a los atropellos a la democracia, Bukele goza del respaldo del 90% de los salvadoreños, según el Latinobarómetro de 2023. No obstante, la reelección de Bukele, según el estudio, lo ubica a la par de los “dictadores” Alberto Fujimori, Daniel Ortega, Hugo Chávez y Nicolás Maduro que se “quedaron con todo el poder”.
En la víspera de las elecciones presidenciales, la congresista estadounidense Ilhan Omar envió una carta al Departamento de Estado de Estados Unidos instando a que tomara medidas ante la amenaza a la democracia salvadoreña que supone la reelección de Nayib Bukele. El presidente Bukele, a su estilo en X, retuiteó la publicación con el siguiente mensaje: “Nos sentimos honrados de recibir sus ataques, pocos días antes de nuestra elección. Estaría muy preocupado si tuviéramos su apoyo. Gracias”.
En esa respuesta está reflejado, según los expertos consultados por Newtral.es, un gobernante que recurre a la provocación, la desacreditación y al papel de víctima para mantener el apoyo de las masas. Y en América Latina, una región azotada por la violencia, esa forma de gobernar resulta “seductora”.
Entrevista con Amparo Marroquín Parducci, investigadora del Departamento de Comunicación y Cultura de la Universidad Centroamericana de El Salvador
Entrevista con Gabriel Labrador, periodista del diario digital El Faro, El Salvador y autor del perfil “Bukele, el autoritario cool”
Entrevista con Carlos Monterrosa, profesor del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas de la Universidad Centroamericana de El Salvador
Entrevista con Omar Luna, analista de datos y en comunicación de la consultora salvadoreña Lab-Dat
Entrevista con Santiago Cantón, secretario general de la Comisión Internacional de Juristas y miembro de Diálogo Interamericano