“En el norte no nos enteramos de las olas de calor”. “Aquí en verano se duerme de lujo”. Estos populares reclamos, siendo esencialmente ciertos, empiezan a tener fecha de caducidad. Las noches tórridas (alrededor de 25ºC o más) y tropicales (>19ºC) han llegado al tercio norte con esta ola de calor tempranera, pulverizando varios récords de temperatura mínima.
Oficialmente, el verano astronómico no ha empezado hasta este 21 de junio, pero ya contamos con dos episodios de calor extremo con varios extremos térmicos nunca vistos. Como explica a Newtral.es el portavoz de AEMET Rubén del Campo, los datos vuelven a poner de manifiesto “el alargamiento de los veranos” en España, que se traducen “en olas de calor cada vez más frecuentes, más intensas y también más madrugadoras”.
Pero, sobre todo, olas de calor marcadas por noches tórridas y tropicales, con el daño que provocan en la salud de los más vulnerables. Y la vulnerabilidad se vincula a la renta pero también a la región donde se habita. “No es lo mismo una ola de calor en Bilbao que en Sevilla”, argumenta el profesor de Geografía Física de la UAM Roberto Serrano.
“Resulta que, en lugares claramente calurosos en verano como Sevilla, Zaragoza y Almería, las olas de calor no son tan frecuentes, largas, o intensas como en otros lugares de la península”, afirma el investigador. “Por el contrario, ciudades como Santander y Bilbao experimentan eventos muy extremos las pocas veces que se producen”. Serrano expone algunos datos y ejemplos en The Conversation.
“Estamos ya en este escenario, y en él vamos a continuar muy probablemente en las próximas décadas”, precisa Del Campo. “Las olas de calor van a ser más frecuentes, duraderas e intensas en la región mediterránea, en la que se engloba nuestro país”. También, quizás, cada vez más tempraneras.
Si la de mayo no fue técnicamente 'ola de calor', por no haber ocurrido durante el verano meteorológico, la de junio (con 'todas las de la ley') ha destacado por cebarse con ciudades del norte de España. Las noches tórridas han abundado en ambos episodios. “Aquí puede tener que ver el efecto 'isla de calor'”, apunta el investigador del clima y meteorólogo superior de AEMET Juan Jesús Gómez Alemán. “De lo que no hay duda es de que se están cumpliendo las proyecciones del cambio climático para nuestro país“.
“Hemos vivido una ola de calor muy temprana, de ocho o nueve días de duración (está por ver si se considera que se inició el día 11). Ha superado en intensidad a las dos olas que, desde 1975, habían comenzado en la primera quincena de junio (1981 y 2017)”, señalan desde AEMET. Provisionalmente, es la segunda más extensa de la serie. Ola de calor, además, llena de récords de noche.
Los días 14, 15, 16 y 17 de junio fueron los más cálidos para esas mismas fechas en España desde, al menos, 1950, en que se registran sistemáticamente de forma fiable. El 17 de junio, además, fue la jornada más cálida para este mes de toda la serie histórica.
Las temperaturas de la ola de calor estuvieron entre el 5% de las más cálidas registradas en el período canicular (el más cálido del año). “Si se hubiese producido en esas fechas, también habría sido muy intensa”, destaca AEMET. Pero los récords alcanzados en Euskadi, Navarra y Cantabria perfilan unos veranos muy distintos a los que estaban acostumbrados.
Serrano estudió este particular tras la ola de calor de 2003. Aquella fue “excepcional en duración e intensidad en Barcelona y Santander, pero dentro de la 'normalidad' de este tipo de eventos en Almería”, ejemplifica. Esto empieza a pasar con el calor, pero no con el frío, que suele congelar a la península de manera extrema por igual. Es decir, el norte empieza a vivir las olas de calor de manera excepcional.
“Esto se debe a que la menor frecuencia de olas de frío”, explica. No obstante, esto no ha sido siempre así. Las tendencias en la frecuencia, duración e intensidad han mostrado un “incremento generalizado de las olas de calor desde la segunda mitad del siglo pasado. De hecho, se constató un momento clave en la primera mitad de la década de los ochenta, cuando las olas de calor comienzan a hacerse más frecuentes, largas e intensas que las de frío”.
En esta ola de calor de 2022, las noches tórridas y tropicales y la calima han sido las protagonistas, por la lengua de aire que ha entrado desde el norte de África. En este sentido, González Alemán constata como él clima norafricano va comiéndose al de la península. “Esto ha sido un anticipo de lo que viene”, advierte. El sur se desertifica, mientras que el tercio norte empieza a vivir lo que eran los veranos de más al sur.
“Quizás sólo quede fuera de este fenómeno Galicia y algunas zonas costeras del Cantábrico, por la acción del océano. Pero el interior, en zonas más altas, se verá (o ya se ve) más afectado por las olas de calor”. Lo que era “normal en el centro hace 20 años empieza a ser normal más al norte”. Adiós a la garantía de noches fresquitas en ciertas latitudes.
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Cuando sube la temperatura: los datos detrás de las 65 olas de calor desde 1975
En esta ola de calor concreta han concurrido al menos dos fenómenos: la citada lengua o dorsal de aire caliente sahariano, de sur a norte, “que ha hecho que se note más en el tercio septentrional”. Y un algo que los climatólogos llaman 'mecanismo de la amplificación cuasi-resonante de ondas de Rossby'. Una increíble formación de ondas que se ve como una estrella de calor de siete puntas desde el polo.
As often during concurrent extreme heatwaves in Western Europe and North America we see a familiar wave-7 pattern making its return. @LamontEarth @columbiaclimate pic.twitter.com/cqCV2DM6jd
— Kai Kornhuber (@KKornhuber) June 14, 2022
Este mecanismo “ya ha sido relacionado con varios extremos climáticos acontecidos en los últimos años”, apunta González Alemán. Por así decirlo, es como si la circulación del aire en altura, que va de oeste a este, dando vueltas a la Tierra, se hubiera estancado por unos días. Se forman entonces estas ondulaciones superpronunciadas. Lenguas de aire caliente se estancan en distintos puntos (o puntas de esa estrella). “En una de esas nos ha pillado a nosotros, con esta ola de calor tan larga”.
Esto convierte a las olas de calor en un eco que padecen varias regiones del hemisferio a la vez. En Europa, desde luego:
Los récords de temperatura han caído en todo el continente, pero particularmente en las regiones occidental y central de Europa. Francia alcanzó los 40 °C el 16 de junio (42,9 °C en Biarritz). También hubo temperaturas récord en Suiza y en Polonia. Pero la ola de calor es una realidad casi simultánea en Estados Unidos o Japón.
¿Por qué sucede esto? No está claro. Una hipótesis la liga al deshielo polar. Pero en física atmosférica, ese mundo caótico y complejo de modelar, se tarda más en dar con las causas que en padecer las consecuencias.
Un verano 'más caluroso' de lo habitual. Da igual cuando leas esto
El verano astronómico, que comenzó el martes, será "más seco y más caluroso de lo normal" en casi toda España, en la línea cálida de los últimos años, lo que favorecerá la probabilidad de más episodios de olas de calor a lo largo de la estación. O sea, esto no ha hecho más que empezar.
Esta afirmación viene siendo cierta una y otra vez en los últimos años, conforme a las proyecciones de la emergencia climática. Es decir, se prevé que cada verano sea un poco peor. Y, desde luego, que se salga de lo normal, medido conforme a las medias de los últimos 30 o 40 años.
Rubén Del Campo ha detallado que el escenario más probable es que la temperatura media del verano esté, al menos, 0,5 grados o incluso más, por encima de lo normal en la Península y Baleares.
Respecto a las lluvias para esta estación veraniega, que se alargará 93 días y 16 horas -hasta el 23 de septiembre-, hay una mayor probabilidad de que la precipitación se encuentre en el perfil seco en toda España con "mayor robustez" en el interior y en el norte peninsular.
Esta situación de un verano más caluroso favorecerá el desarrollo de futuras olas de calor y noches tropicales. “El verano se está ampliando y ya ocupa unas cinco o seis semanas más que en los años 80”, y con ello las olas de calor, que son cada vez mas tempranas.
Desde AEMET han explicado que la primera ola de calor del año "es siempre la peor", sobre todo si se produce fuera de la época estival como ha ocurrido en esta última, porque el cuerpo humano no está acostumbrado a los cambios bruscos de temperatura "que pueden tener efectos en la mortalidad de quienes padecen enfermedades graves, crónicas o terminales".
González Alemán cree, a título personal, que el hecho de que hayamos tenido una ola de calor oficial en junio, siguiendo a un episodio extremo en mayo tiene mala pinta, de cara al verano que estrenamos. “Cuando un año, desde mayo viene con fuerza el calor, tiene pinta de que ese verano va a ser durillo. Y más en el contexto de cambio climático”, sentencia.
