Con 34 años, Sanna Marin se convirtió en la primera ministra más joven de Finlandia. Ahora afronta su integración a la OTAN en un clima de tensiones con su vecina Rusia.
“Si Finlandia aplica como miembro de la OTAN, debe estar preparada para riesgos e influencias que son difíciles de anticipar, como un incremento de las tensiones en la frontera con Rusia” y convertirse en “objetivo de actividades de influencia híbrida de amplio alcance”. Esta es una de las conclusiones que el Gobierno de Finlandia, encabezado por Sanna Marin (Helsinki, 1985), ha presentado en su informe al parlamento para decidir sobre su pertenencia a la Alianza Atlántica.
La encargada de transitar hacia el marco de la OTAN, con la que Finlandia ya colaboraba pese a su carácter neutral, tiene 36 años y lleva dos años al frente del país con una marcada agenda socialdemócrata, feminista, comprometida con los derechos LGTBI y ecologista, que son algunos de los valores que la primera ministra suele resaltar. De hecho, Marin se crio entre mujeres en una familia formada por su madre y la novia de ésta, como ha explicado en multitud de ocasiones y destaca en la biografía publicada en su web personal.
Pese a su juventud, Sanna Marin tomó posesión como primera ministra de Finlandia en diciembre de 2019 tras la dimisión de su predecesor, el también socialdemócrata Antti Rinne, que perdió la confianza de buena parte de las otras cuatro formaciones con las que el Partido Socialdemócrata de Finlandia (SDP) gobernaba en la coalición que Marin mantiene.
Sin embargo, la primera ministra de Finlandia no es ninguna neófita de la gestión. Antes de liderar el Gobierno, Sanna Marin ocupaba la cartera de Transportes y Comunicaciones y ejerció como concejala de la localidad de Tampere, la tercera ciudad de Finlandia con alrededor de 240.000 habitantes.
A pesar de su experiencia, el poder levanta ampollas cuando se es mujer y joven. No son pocos los titulares escritos en prensa que presentan a Sanna Marin desde un punto de vista infantil o sexista. Un ejemplo son las críticas que recibió por una fotografía publicada en la revista finlandesa Trendi y que ilustraba una entrevista en la que aparecía «demasiado» escotada, lo que abrió un debate nacional en torno al sexismo. Aquí en España un diario de tirada nacional tituló un perfil sobre la jefa del Gobierno finés como “Sanna Marin: la finesa socialdemócrata y cañón que puso firme a Pedro el guapo”.
Más allá de las polémicas sexistas, de lo que más ha trascendido a nivel internacional sobre Sanna Marin es su equipo de Gobierno, que quedó retratado en una fotografía en la que aparece rodeada de las cuatro personas que comandan los cuatro partidos con los que gobierna en coalición: todas mujeres y, en su mayoría, por debajo de los cuarenta años. La especialista en estudios de género Carmen Nithammer escribió un artículo en la revista Forbes en el que analizaba la llegada de Marin al Gobierno de Finlandia. Como indica esta experta, Finlandia es un país que siempre despunta en el ranking del Global Gender Gap del Foro Económico Mundial por sus altos estándares en igualdad de género con importantes logros en educación, nivel económico y participación política de las mujeres.
Sin embargo, no todo han sido éxitos y aciertos en la carrera política de Sanna Marin. A finales de 2021 trascendió que, tras haber sido contacto estrecho de un miembro de su gabinete contagiado por COVID-19, la primera ministra salió de fiesta a una discoteca acompañada de su pareja y unos amigos, como relató la televisión pública finlandesa Yle. Marin pidió disculpas públicamente y argumentó que no había visto los mensajes en los que le indicaban que era contacto estrecho porque ─justificó─ la noche que salió de fiesta no llevaba el móvil profesional y los vio al día siguiente.
La invasión a Ucrania y las advertencias lanzadas por el presidente ruso, Vladímir Putin, a Finlandia, que apoya las sanciones impuestas a Rusia, han alterado la agenda política de la primera ministra. Su membresía en la OTAN deberá ir acompañada de un refuerzo militar, sobre todo en la frontera. Según las estimaciones del Gobierno de Finlandia, ingresar en la alianza implicará un coste adicional equivalente al 1,5% del actual presupuesto para defensa. No obstante, Finlandia ya cumple la mayoría de requisitos, como un gasto militar de, al menos, el 2% de su producto interior bruto.
Recientemente el Gobierno finés ha aprobado la ley del servicio militar femenino, con la que se flexibiliza el acceso de las mujeres a la ‘mili’ de forma voluntaria en línea con la intención de feminizar las Fuerzas Armadas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que Finlandia es un país con servicio militar obligatorio para los varones que cumplen los 18 años, no así para las mujeres.
Respecto a su integración en la Alianza Atlántica, como explica a Newtral.es el experto en relaciones internacionales Félix Arteaga, investigador del Real Instituto Elcano, lo más probable es que Finlandia opte por un perfil bajo con un estatus similar al de Dinamarca o Noruega, que no tienen bases permanentes de fuerzas extranjeras en su territorio ni armamento nuclear.
De hecho, el Gobierno de Finlandia subraya en su informe remitido al Parlamento que “la membresía [en la OTAN] no obligaría a Finlandia a aceptar armamento nuclear, bases permanentes o tropas en su territorio” en tiempos de paz. Sin embargo, esa paz es la que Finlandia ve ahora amenazada al temer un conflicto en el mar Báltico.
En caso de que Finlandia diera el paso, la OTAN vería ampliada de forma considerable su área fronteriza con Rusia, con la que ahora solo limitan tres países aliados: Noruega, Estonia y Letonia. Para Finlandia, el efecto más “significativo” sería el beneficio del principio de defensa colectiva consagrado en el quinto artículo del Tratado de Washington, por el que cualquier agresión a un país aliado es considerado un ataque a toda la alianza con su consiguiente respuesta.
Aun así, el Gobierno de Sanna Marin insiste en su informe remitido al Parlamento en que “la situación en las áreas vecinas [a Rusia] está actualmente en calma” y “no hacen frente a ninguna amenaza militar inmediata”, pese a que “la confianza en Rusia como un socio comercial se ha deteriorado dramáticamente”. A pesar de ello, Finlandia insiste en que, si finalmente ingresa en la OTAN, el país “querría mantener en funcionamiento las relaciones con Rusia”.
Y es que las relaciones comerciales con Rusia son innegables para Finlandia. Según datos de la agencia finlandesa de aduanas Tulli, Rusia fue en 2021 su segundo principal proveedor después de Alemania con importaciones que superaron los 8.000 millones de euros. Casi el 60% de estas importaciones están relacionadas con el suministro energético. Además, la dependencia de Rusia como proveedor ha aumentado significativamente, ya que las importaciones rusas han aumentado un 46% en un año.
“Rusia considera a Finlandia un país hostil desde que apoya las sanciones y valora su ingreso en la OTAN”, explica el investigador Félix Arteaga, del Instituto Elcano.
La amenaza a la que apunta Finlandia es “híbrida” con un gran peso en el campo de la desinformación, los ataques cibernéticos y la “instrumentalización de la migración” como un elemento de presión. “La influencia híbrida puede causar serias disrupciones de orden público y seguridad”, destaca Finlandia, que también espera que “las operaciones de desinformación se incrementen en los próximos meses”.
El Gobierno de Finlandia es consciente de ello y en el informe sobre su integración remitido al Parlamento se menciona lo siguiente: “La sociedad debe estar preparada para el hecho de que las medidas que han sido y serán tomadas debido a la invasión rusa de Ucrania impactarán en la vida diaria de todos los que viven en Finlandia, potencialmente a largo plazo”.
Por el momento, la previsión es que tanto Finlandia como Suecia hayan decidido sobre su adhesión a la OTAN antes del verano y, en concreto, de la cumbre de la Alianza Atlántica que acogerá Madrid a finales de junio de este año.
