Era algo extraño y, al tiempo, fascinante; una obra que expandía una sensación de alucinante libertad, ajena a las modas, intempestiva sin dejar de ser radicalmente contemporánea. Aquella rareza que me tenía hechizado en el estand de ARCO de la galería Cayón (2025) la había realizado, como me aclararon, Inés Figaredo (Madrid, 1976), una artista a la que desconocía pero que se había incrustado en mi imaginación. Ahora, su primera exposición en esa misma firma confirma que se trata de una creadora absolutamente extraordinaria que parte precisamente de lo infra-ordinario, de cosas tan comunes como un mantel o unas servilletas, para desplegar su expansivo concepto de lo pictórico. Figaredo explica que lo que pretende es fabricar un tejido narrativo que...
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