Disculpen el tono. Ya me lo han afeado otras veces y no sin razón. Prometo que hago esfuerzos sinceros por sacudirme esa querencia —tan haddockiana— por el exabrupto, el insulto y lo zafio. Pero hay ocasiones en las que uno no puede resistirse. Y esta es una de ellas. Ando estos días dándole vueltas a nuestro diccionario callejero buscando las palabras exactas para responder como se merece la salmodia de Pedro 'el que no se enteraba de nada'. Porque jode, me cabrea infinito haberme fajado durante años con tantos columnistas insignes que, en su afán por concederle algo al incubo monclovita, acababan reconociéndole un no sé qué de superviviente. Que si su capacidad para adelantarse al rival, que si su...
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