El sector de los eventos se enfrenta a un dilema inquietante: ¿estamos entendiendo realmente lo que las nuevas generaciones buscan? Durante años, hemos repetido las fórmulas que funcionaron por décadas; sin embargo, en un mundo donde los millennials y la Generación Z exigen ser parte activa de las experiencias, es hora de cuestionarnos si estamos diseñando los eventos correctos para los nuevos públicos.
Hoy, la brecha entre lo que los asistentes esperan y lo que la industria ofrece sigue siendo evidente. Las conferencias rígidas y los formatos unidireccionales han perdido relevancia, y aunque muchos organizadores lo saben, pocos se atreven a hacer cambios disruptivos. ¿Por qué? Porque la innovación implica riesgos, y en un sector que tradicionalmente ha priorizado la seguridad sobre la audacia, el miedo a fallar sigue paralizando la evolución.
La resistencia al cambio no es solo una cuestión de comodidad. Es un síntoma que refleja un reto más profundo, la desconexión con las audiencias. Por ejemplo, las generaciones más jóvenes no solo quieren contenido; buscan experiencias inmersivas que sean interactivas, personalizadas y, sobre todo, significativas. Hoy, hemos aprendido que estas demandas no se resuelven solo con más tecnología ni con formatos superficiales, primero necesitamos entender realmente lo que necesitan y cuáles son sus motivaciones; lo que implica un enfoque más humano y empático en el diseño de eventos, priorizando la co-creación y la personalización de experiencias. En lugar de simplemente implementar herramientas tecnológicas llamativas, como organizadores debemos centrarnos en cómo estas herramientas pueden facilitar interacciones significativas, como espacios de diálogo abiertos, actividades colaborativas y dinámicas que involucren activamente a los asistentes desde la planeación hasta la ejecución. La cuestión es, ¿cómo podemos realmente involucrar a las audiencias en la creación de eventos que sean auténticamente impactantes, transformando la experiencia en algo que deje huella más allá de un impacto momentáneo?
Por otro lado, la experiencia nos ha dejado ver que la sostenibilidad para estas nuevas generaciones ha dejado de ser una opción y se ha convertido en una exigencia. Sin embargo, es frustrante observar cómo, en muchos casos, la sostenibilidad se utiliza como una estrategia de publicidad ¿Cuántos eventos se dicen ser “verdes” mientras emplean prácticas que contradicen ese discurso? Este doble discurso no sólo erosiona la confianza de las audiencias, sino que también subestima la capacidad de las nuevas generaciones para distinguir lo auténtico de lo superficial.
En este contexto, el greenwashing en la industria de los eventos representa un desafío significativo, ya que desvirtúa los esfuerzos genuinos de sostenibilidad y genera desconfianza tanto en asistentes como en patrocinadores. Al promover prácticas aparentemente “verdes” que no están respaldadas por acciones reales o medibles, las organizaciones no solo arriesgan su reputación, sino que perpetúan la inacción frente a la crisis ambiental. Esta situación debe atenderse con urgencia, ya que los eventos son plataformas de alto impacto que tienen el potencial de influir en millones de personas y actuar como catalizadores de cambio real. Adoptar medidas genuinas no solo responde a la creciente demanda de sostenibilidad por parte de consumidores conscientes, sino que también es una responsabilidad ética.
La solución no es sencilla, como organizadores de eventos debemos empezar a asumir nuestro rol no sólo como facilitadores, sino como agentes de cambio. Esto implica tomar decisiones valientes, como reducir la dependencia de recursos no sostenibles, incorporar a las audiencias en la co-creación de las experiencias y adoptar tecnologías que sirvan para mejorar la conexión humana.
En última instancia, la pregunta no es si el sector de los eventos puede cambiar, sino si tiene la voluntad de hacerlo. El futuro será implacable con aquellos que no se adapten a las nuevas exigencias de las audiencias y la sostenibilidad. Las opciones son claras: aquellos que innoven, integrando prácticas sostenibles, co-creando experiencias con las audiencias y adoptando tecnologías que amplifiquen la conexión humana, podrán liderar la industria. Sin embargo, los que se queden atrapados en fórmulas anticuadas, sin considerar las expectativas de las nuevas generaciones ni el impacto ambiental, se arriesgan a quedar obsoletos. La industria tiene la oportunidad de ser pionera en este cambio, pero requiere valentía, innovación y compromiso con el futuro.