En algunas instituciones, sobre todo en el Congreso y el Senado, que deben representar los intereses de los ciudadanos y la soberanía del pueblo español, la escalada de insultos, palabras gruesas, descalificaciones personales y discursos teatrales, se está convirtiendo en la verdadera protagonista de la acción de sus señorías, que reciben, precisamente, este tratamiento por la dignidad del cargo que ocupan.