En la batalla cultural nadie lucha por la cultura: esto hay que decirlo más. La reacción furibunda (y legal) a la estampita taurina de Lalachus en las campanadas de Televisión Española es la enésima constatación de que muchos de los que llevan años denunciando las cancelaciones de la izquierda y el fin de la civilización occidental no están preocupados por la erosión de la libertad de expresión ni por la proliferación de los impulsos censores, sino por el hecho de que no son ellos quienes ostentan el poder de dar voz y quitarla: hablan con más envidia que inquietud. Así, lo que rige es una suerte de ley marcial según la cual hay que imitar los medios del rival, e...
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