En las elecciones para elegir el ocupante de la Casa Blanca durante los próximos cuatro años nadie votó por Elon Musk. Pero desde los comicios de noviembre, el hombre más rico del mundo no ha dejado de actuar como una especie de co-presidente de Estados Unidos. Al igual que ese convidado incómodo que nunca termina de marcharse, Musk se ha apalancado en Mar-a-Lago ignorando la sabiduría secular del genial Benjamin Franklin: «Después de tres días, el pescado y los invitados apestan». El protagonismo a Elon Musk se lo ha dado el propio Donald Trump cuando le puso al teléfono durante su primera llamada como presidente electo a Zelenski. Y desde entonces, el histriónico oligarca no ha parado de buscar cambios...
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