Hijo de Carmina y Marcial, emigrantes asturianos, Jorge Fernández Díaz nació con el don de la palabra y la valentía del que decide que no tiene nada que perder. Carecía, según el propio autor, del atroz encanto de ser argentino, porque él, aunque no lo supiera al principio, no era de ninguna parte. El explorador del sótano del 2323 de la calle Ravignani era un pibito tímido que aprendió judo para defenderse de los compañeros en los recreos del León XIII. De su padre heredó la certeza de la vulnerabilidad, que lo hizo prepararse desde chico para recibir, con resignación, todas las balas. De su madre, matriarca de la memoria, obtuvo el más preciado don al que puede aspirar un...
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