Nadie cree que Edmundo González pueda asumir su legítimo cargo de presidente de Venezuela el próximo 10 en Caracas. Pero su gira previa a esa fecha le está dando algo de oxígeno a la oposición de su país. González la está llevando adelante con eficacia y discreción. Acaso no jure, pero seguirá siendo una ficha política.
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Para los convencidos del fraude chavista en las pasadas elecciones, una mayoría de venezolanos, y los gobiernos de algunos importantes países, el gesto del candidato ganador ha sido la oportunidad de mancharle la pechera a Nicolás Maduro. El dictador comienza el 2025 con algo que puede ser llamado un repudio democrático mundial.
Ahora bien, cuesta imaginar a González aterrizando en la boca de lobo para prestarse al encarcelamiento y los vejámenes de la clique chavista y de la tecnología social cubana. Lo imaginamos más bien encontrando un argumento de última hora para esquivar una llegada que sería martirológica. Pero con ese desvío el trabajo político estará hecho.
Imaginemos ese juramento del cargo. El ganador ausente. Numerosos países, como los de la Unión Europea y varios de América Latina, ausentes. Los acreedores de Maduro presentes, cuidando su activo. Toda Venezuela tomada por los cascos de la dictadura. El propio Maduro con su inverosímil guardarropa más colorinche que nunca.
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Las presencias más vergonzosas serán de los presidentes que se ofrecieron a negociar una solución al fraude de Maduro, quien nunca ha negociado realmente nada que no sea los recursos naturales venezolanos. Por ese favor seguro que el mexicano López Obrador será invitado, y el mandatario colombiano Gustavo Petro ya dijo que iría, cómo no.
Suponemos que González volverá a España, donde encontró una buena y principista acogida, y la seguirá teniendo. Maduro se instalará en el sillón de los dictadores desvergonzados y duraderos. Este sujeto ha empujado a casi 10 millones de compatriotas pauperizados al exilio para poder mantenerse en el poder. ¿Dónde aprendió ese truquito de estadista tropical?
Un comentario de Alonso Moleiro en El País sugiere que la salud y los nervios de Maduro hoy no están a la altura de la presión causada por su fraudulenta victoria: “Apenas duerme. Multiplica sus apariciones públicas. Se muestra ojeroso, irritado, con un tono grave que sus más allegados conocen bien”. Temeroso de la enfermedad y de la muerte.
