Los microplásticos, diminutos fragmentos de plástico de menos de 5 milímetros, se convirtieron en una preocupación ambiental y de salud pública significativa. Su presencia es ubicua, encontrándose en océanos, ríos, suelos e incluso en el aire que respiramos, de acuerdo a la definición de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
La exposición humana a los microplásticos ocurre principalmente a través de la ingestión de alimentos y agua contaminados, así como por inhalación de partículas presentes en el aire. Estudios recientes de la Universidad de Maryland (Estados Unidos) detectaron microplásticos en diversos órganos humanos, incluyendo pulmones y sangre, lo que sugiere su capacidad para atravesar barreras biológicas.
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Los microplásticos son partículas de plástico de menos de 5 milímetros que se generan a partir de dos principales fuentes: la degradación de objetos plásticos más grandes (microplásticos secundarios) y su fabricación intencional para usos específicos, como las microesferas utilizadas en productos cosméticos, de limpieza o industriales (microplásticos primarios).
Según un estudio de Thompson et al. (2004), publicado en Science, los microplásticos fueron identificados por primera vez como un problema ambiental en los océanos, donde fueron hallados en altas concentraciones en las llamadas zonas de acumulación plástica.
La contaminación por microplásticos es un fenómeno global que afecta tanto a los ecosistemas como a los organismos vivos, incluidos los seres humanos. Investigaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) destacan que estas partículas ingresan en las cadenas alimentarias a través de la fauna marina, como peces y moluscos, que los confunden con alimento.
Además, un estudio de Dris et al. (2016) en Environmental Pollution evidenció la presencia de microplásticos en el aire de áreas urbanas, indicando que estas partículas también pueden ser inhaladas por los humanos.
La acumulación de microplásticos en el medio ambiente y su capacidad para ser transportados a través de los sistemas naturales los convierten en un desafío ambiental y de salud pública crítico, que requiere de acciones coordinadas a nivel global para mitigar sus impactos.