Como una moderna Diana, Carmen López-Portillo también está a la búsqueda, a la caza pero de libros. Por su trabajo al respecto, recibió el Homenaje al Bibliófilo José Luis Martínez en la pasada edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. La tradición familiar y la influencia de su abuelo, el historiador y académico José López-Portillo y Weber, y a su padre, el expresidente José López-Portillo, influyeron en su formación como bibliófila.La maestra cuenta a MILENIO que también abreva de personajes clave de la cultura mexicana como José Luis Martínez, Octavio Paz y Fernando del Paso, a quienes conoció personalmente.Además de David Copperfield en una edición de 1871 que le regaló su padre, y Corazón diario de un niño, que pertenecía también a él, en su buró tiene unos poemas de Fernando del Paso.“Un día estábamos en la embajada de México en Francia, Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa era el embajador; Rafael (Tovar y de Teresa, quien era esposo de ella en ese momento) estaba como ministro consejero y Fernando del Paso vivía en París porque él era el agregado cultural. Un día don Jorge nos dijo los invito a cenar con Juan José Arreola”.En esa anécdota de los años 80, López-Portillo recuerda que Del Paso traía unas hojas que sobresalían en la bolsa del saco. “Arreola, travieso como era, se las sacó, las abrió y se dio cuenta de que eran poemas. Fernando se enojó mucho y Juan José empezó a leerlas. Eran los “Sonetos a una rosa”. A mí se me saltaban las lágrimas por la belleza del poema”.Arreola terminó de leer y Carmen le pidió a Del Paso que se los regalara. “Me respondió, ‘no los he terminado de corregir por eso estoy enojado, pero te los voy a regalar’. A la semana me llevó el manuscrito dedicado”. Ese es uno de los tesoros de vida, como los llama ella, que tiene en su biblioteca. Junto a Noticias del imperio (1987). “En París, un día Fernando le habla a Rafa: ‘Ya terminé el monólogo de Carlota, los invitamos el sábado a comer’. Ahí lo leyó con esa voz que tenía”. Intereses literariosLa maestra no recuerda exactamente pero dice que en su biblioteca hay entre 30 mil y 40 mil libros.¿De dónde más ha abrevado tu acervo?Tengo múltiples intereses, por supuesto primero fue la literatura, la poesía. En algún momento estaba yo dudosa de estudiar derecho o filosofía, y por eso tengo una importante colección de esta última que va evidentemente desde los presocráticos hasta la postmodernidad. Son libros que me interesan muchísimo, hay autores que han marcado mi vida de manera absoluta.Por supuesto, dice que en esta colección están los Diálogos de Platón y hay autores como Emmanuel Lévinas (“me interesa mucho”), María Zambrano, Kant, en fin, los grandes filósofos.Comenta que recientemente ha dejado de leer literatura porque se interesa más en otros temas aunque el tiempo para hacerlo influye. “Lo último que leí fue de Irene Vallejo, El infinito en un junco, que me encantó y más recientemente estoy leyendo de neurociencia, cómo el cerebro ha ido variando, la interpretación del cerebro respecto a la memoria, porque antes pensábamos que abríamos el cajón de la memoria y no, te das cuenta de que el cerebro lo que hace es realizar caminos para la recuperación de ciertos recuerdos, pero estos van variando en función de tu propia experiencia”.¿Cómo buscas los ejemplares?Si pueden ser primeras ediciones, súper bien, y si no, lo que me va cayendo. Si es un tema que me interesa compro el libro en lo que lo encuentre (costo). En el Claustro (de donde fue rectora hasta septiembre pasado), por ejemplo, tenemos el Centro de Documentación Sor Juana y conseguimos las primeras ediciones de Inundación castálida (1689) y obtuvimos el reconocimiento de la Unesco como patrimonio del mundo. Ese tipo de libros los he conseguido para que estén en la biblioteca del Claustro”. Enseguida la maestra habla del Fondo Enrique Fuentes del Claustro, que abrieron a inicios de diciembre. “Se refleja en un librero enorme, que era el de la Antigua Librería Madero de Enrique Fuentes (1939-2021). Él fue muy amigo; después de que cerró la librería se pasó a la contraesquina del Claustro y venía a comer a Zéfiro, el restaurante-escuela que tenemos, y ahí nos veíamos o pasaba yo a la librería a ver qué novedades había y a platicar.“Acabamos de abrir el fondo de reserva de la Antigua Librería Madero en esos muebles antiguos que estaban en la botiquería del primer Sanborns del siglo pasado, y la vitrina donde don Enrique Fuentes vendía".Relata que en ese fondo descubrió un libro que había buscado mucho tiempo, Macbeth o el asesino del sueño. Paráfrasis de la tragedia de Shakespeare. “Habían llegado las cajas pero el día que hicimos la inauguración, de pronto veo el libro que había estado buscando, agotadísimo, de esa traducción, el parágrafo donde Macbeth dice “Mañana, mañana”, donde habla de lo ridículo de la vida, que no somos más que títeres que se suben en un escenario para hablar 15 minutos y después no somos nada, humo”.“Hay otras traducciones, pero quería ver cómo era la traducción que había hecho León Felipe, y en un diseño hermosísimo diseñado por Vicente Rojo. Esa es una joyita que tenemos en el Claustro, es del Fondo Enrique Fuentes”. El talento de Fuentes“Enrique Fuentes era un bibliófilo, él te conseguía lo que pidieras, por ejemplo, hubo un investigador del INAH que hizo los dibujos de los planos de cómo estaba el convento de San Jerónimo antes de la restauración, eran los planos, la investigación. Yo sabía que Guillermo Pérez Castro (1952-2003) estaba eso y había dejado como un borrador o algo así en el Claustro”. En efecto, la obra era del mencionado arqueólogo.“Le dije: ‘Enrique, consígueme por favor esta edición’. Había pocos ejemplares; es un libro grande de planos con los dibujos de Guillermo, es maravilloso. Eso es lo que hacía Enrique”.AMG
