Decía Di Stéfano que el fútbol de verdad se acabó cuando entró el primer secador de pelo en el vestuario. Tal vez. O quizás murió cuando entró el primer representante en el palco. Maradona no tenía razón: la pelota sí se mancha. El fútbol se ha corrompido entre la untura y el vicio. Es casi cómico que en España se haya caído el tinglado por el beso de Rubiales y no por el tejemaneje. Cuando el toreo era la lanzadera de los muertos de hambre hacia una vida de cortijos, las moscas del dinero se llamaban apoderados. Manuel Moreno el Pele, cantaor de tronío, vio llegar una vez a su representante con un BMW tipo barco y le suspiró a...
Ver Más