El Ejecutivo ha despedido 2024 asegurando que el vaso está medio lleno porque los grandes números de la economía lo acompañan. El presidente del Gobierno presume de que somos la economía que más crece en Europa y parece dispuesto a ofrecer lecciones a nuestros socios. Pero es muy difícil deshacerse de la sensación de que para este examen España ya conocía las preguntas y que parte del crecimiento se debe a la solidaridad de esos europeos a los que ahora les faltan recursos. En cambio, hay cuestiones a las que no hemos contestado y que se acumulan como tareas pendientes. Los cambios geopolíticos forman parte de ellas. La impunidad de los más fuertes y la ausencia de medios eficaces para detener las guerras, como en Ucrania o en Oriente Próximo, han agravado la sensación de que el orden mundial es salvaje y carece de salvaguardas. La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos supondrá cambios significativos, afectando las relaciones transatlánticas. Estar encuadrados en la Unión Europea no significa que España haya realquilado sus intereses y deba renunciar a contribuir activamente a definir una posición europea en el mundo. ¿Cómo se va a financiar nuestro aumento del gasto militar (el más bajo de Europa y de toda la OTAN , con un 0,9 por ciento del PIB) que ya no Trump, sino la vecindad de Rusia y las necesidades de seguridad, nos imponen? ¿Qué papel debería jugar España en una UE que vive un vacío de poder fruto de las crisis internas de Alemania y Francia? ¿Qué debemos hacer respecto de nuestro menguante prestigio en Iberoamérica? En el terreno económico hay incógnitas tan numerosas como pertinentes. Cerraremos 2024 con un crecimiento en torno al 3 por ciento del PIB y se espera un avance más moderado, por encima del 2 por ciento, en 2025. Sin embargo, persisten desafíos como la inflación, la crisis de la vivienda, la viabilidad del sistema de pensiones, la sostenibilidad de las finanzas públicas y la necesidad de mantener la competitividad globalmente. España afronta, además, un problema de estancamiento de sus rentas, donde la administración tributaria se ha convertido en la única que puede presumir de incrementos relevantes de sus ingresos. Y viendo los precedentes tanto de Trump como de China, el débil Gobierno es el blanco perfecto de eventuales represalias arancelarias. La inmigración también es un asunto pendiente. Las cifras récords confirman el fracaso de las giras del presidente por África. Habrá que esperar que otros nos señalen el camino ante nuestra inactividad en la puesta en marcha del pacto europeo. La trágica dana de Valencia nos ha recordado que como sociedad no hemos conseguido crear una cultura de la emergencia, especialmente entre los políticos que siguen siendo incapaces de reconocer cuando una catástrofe es nacional y cuando no. El país está desigualmente preparado para acontecimientos meteorológicos extremos, lo que subraya la necesidad de ser más estrictos con el urbanismo y la prevención de riesgos. Y hablar del clima es referirse a la energía. El acompasamiento de la necesaria transición, evitando el cierre suicida de nuestras centrales nucleares, nos planteará nuevos desafíos. Uno de ellos tiene que ver con el futuro de la industria del automóvil ante el reto de que China se ha situado con ventaja en toda la cadena de valor de un sector que fue clave en la Europa de la posguerra. A estos desafíos hay que añadir los que plantea la política española. Este año deberá dilucidarse la continuidad del frágil Gobierno de Sánchez. Si logra presentar unos presupuestos para 2025, apalancándose en cesiones a los independentistas que son irrecuperables, podría intentar completar la legislatura, aunque ello sólo le garantiza seguir en la Moncloa, pero no sacar adelante las leyes que requiere el país. El conflicto que el Ejecutivo ha abierto con el Poder Judicial sigue tensionando la institucionalidad, amenazando la independencia de los magistrados. A eso hay que sumar los desafíos al marco constitucional a través de 'mutaciones' que evitan que la soberanía popular se pronuncie al respecto y la progresiva jibarización del Estado en las comunidades que gobiernan los socios de Sánchez. A la vista de esta catálogo de tareas pendientes, cabe recordar la frase que Churchill pronunció en el parlamento británico en 1936 para subrayar la urgencia de la toma de decisiones: «La era de la procrastinación, de las medidas a medias, de los recursos tranquilizadores y desconcertantes, de las demoras, está llegando a su fin. En su lugar, estamos entrando en un período de consecuencias». Casi 90 años después, la frase vale para este 2025.